Hay cosas que van a pares. El chocolate y el praliné. Martes y trece. Las patatas (fritas) y el ketchup. Mortadelo y Filemón. El sexo y el cigarrito. El gordo y el flaco. Y, en una ocasión, solo en una ocasión, Terry Prachett y Neil Gaiman. Su unión, que germinó bellamente allá por el 1 de mayo de 1990 (¡hace casi 30 años!), se llamó irónicamente 'Buenos presagios'. Irónicamente porque era un libro sobre el fin del mundo. Pero era, más que ninguna otra cosa, un libro sobre un dúo: un ángel (Aziraphale) y un diablo (Crowley). Dos amigos improbables condenados a encontrarse con el paso de las eras y vivir juntos, como Sam y Frodo, el final de todas las cosas.
Ahora, se dice que porque lo pidió el mismísimo Pratchett cuando ya veía que le tocaba partir de la mano de su amada parca, estos 'Buenos Presagios' nos visitan en televisión. Un Amazon Original en toda regla, que le está cogiendo el gusto al romance que vive con su chico de oro: Neil Gaiman, ya coto exclusivo de la plataforma. La cosa, de momento, no va mal de todo en la crítica (78% en Rottentomatoes, aunque aún va escasa de opiniones) y lo cierto es que en el frikiverso se la espera con ardiente impaciencia.
Pero hoy no queremos hablar de la serie, aunque tal vez un poco, si no de ese dúo maravilloso que parieron Pratchett y Gaiman, esa dispar pareja a la que ahora ceden sus rasgos David Tennant (Crowley) y Michael Sheen (Aziraphale) en uno de esos castings que solo se hacen realidad soñándolos. Vamos a honrar sus raras palabras, sus excéntricas conversaciones, eligiendo cinco de sus intercambios y contando a partir de ellos anécdotas sobre los personajes, los intérpretes y los creadores de 'Buenos presagios'.
Será, en honor al espíritu del libro, un repaso voluntariamente desordenado, abstruso e inescrutable. No tendrá, eso sí, notas a pie de página. Internet las lleva mal. Pero pueden imaginárselas; serían, todas, muy largas. Y ni tan siquiera una línea de su extensión tendría el menor sentido. O todo lo contrario.
No, supongo que no
Crowley. Lo divertido sería... Me pregunto si el rollo de la manzana no sería en realidad hacer lo correcto, también. Un demonio se puede meter en un lío de cuidado haciendo lo correcto. Sería divertido si nos hubiéramos equivocado los dos.
Aziraphale. Realmente no lo sería.
Crowley. No. Supongo que no.
Estamos en el Edén. A Eva y Adán les acaban de dar la patada por un problema de frutas, largándolos de la felicidad eterna y propulsando, en este trágico exilio, nuestra historia. Y su final. Ante este telón de fondo, un ángel y un demonio charlan sobre la situación.
Es el primer intercambio entre Aziraphale y Crowley de todo el libro, pero las claves de su extraña y adictiva relación están todas presentes. Aziraphale y Crowley son dos funcionarios de sus respectivos Gobiernos. El de arriba y el de abajo. Como funcionarios, tienen una función que cumplir, aunque el motivo de tal función no lo tengan muy claro.
Lo que sí tienen claro es que esos pobres infelices de vidas breves son el meollo de todo el asunto. La patada divina es lo que echa a rodar la bola de nieve que será la triste y bella historia de la humanidad. Y Aziraphale y Crowley deberán ser testigos de cómo la bola coge masa y velocidad camino del abismo; también llamado Apocalipsis.
Lo malo... Lo malo es que de pasar tiempo con humanos, uno acaba encariñándose con ellos. Aún peor, comportándose como ellos. Y este último rasgo, la contagiosa condición de lo humano, es un verdadero peligro para seres eternos como lo son la pareja que nos ocupa.
Por ahora, nos llega por fijar en la retina esa imagen, la de los dos, bajo la lluvia literalmente edénica, rodeados de belleza y mirando al tormentoso horizonte al que han huido Adán y Eva. Es importante, ¡muy importante!, la duda que los corroe. ¿Habrá hecho el bien (involuntario) el diablo y el mal (involuntario) el ángel?
Más aún, ¿serán capaces de repetir tal hazaña?
¿Cuántos músicos crees que tiene tu bando, eh?
Crowley. Escúchame, ¿cuántos músicos crees que tiene tu bando, eh? Primeras espadas, me refiero.
Aziraphale. Bueno, pues me lo tendría que pensar...
Crowley. Dos. Elgar y Liszt. Eso es todo. Nosotros tenemos a los demás. Beethoven, Brams, todos los Bachs, Mozart, el paquete completo. ¿Te puedes imaginar pasarte la eternidad con Elgar?
Edward Elgar (un nombre muy Pratchett) nació el 2 de junio de 1857 en Lower Broadheath, un pueblito de poco más de 1.000 habitantes en el condado de Worcester. Elgar creció, amén de para tener un señor bigote, para convertirse en uno de los compositores más reputados de su época.
Sus composiciones más conocidas (leerlas en voz alta e imaginarse a Crowley bostezar es todo en uno) son: 'Las Variaciones Enigma', el 'Concierto de Gerontius' y (mi favorita) 'Marchas de la Pompa y Circunstancia'. El espectacular nombre de esta última se lo debemos, como casi cualquier otra cosa, al bueno de Shakespeare. En concreto, a un parlamento del tercer acto de 'Otelo'.
Si uno visita en estos días Lower Brodheath, un poco porque sí, se encontrará, amén de tres pubs, con un bonito cottage convertido en museo. Allí fue donde nació el baronet, que no barón, Edward Elgar. Y todos estos datos inútiles pueden encontrarse sin salir de Wikipedia, de hiperlink en hiperlink.
¿Por qué nos importa conocer un poco más del bueno de Elgar? Pues porque si gana el jefe de Aziraphael, osea, Dios, nos tocará aguantar las 'Marchas de la Pompa y Circunstancia' por toda la eternidad. Poca broma, que diría Crowley. Aunque bueno, al Pato Donald de 'Fantasia 2000' y al Alex de 'La Naranja Mecánica' tampoco le caían tan mal.
Wikipedia, damas y caballeros. Wikipedia. El fin del mundo empieza por allí.
Tú primero. No, tú primero
Crowley. Te voy a decir una cosa. Las cartas sobre la mesa. Te digo los míos y tú me dices los tuyos.
Aziraphale. Muy bien. Tú primero.
Crowley. Oh, no, tú primero.
Aziraphale. Pero tú eres un demonio.
Crowley. Si, pero un demonio de mi palabra, espero.
En el número 392 de la revista 'Locus', parada obligatoria para cualquier soñador de una realidad más amplia, Neil Gaiman y Terry Pratchett posaron cual rockstars para una foto mágica. También, dieron una entrevista inolvidable, que hay que leerse de cabo a rabo.
Pero voy a elegir un extracto muy concreto y traducirlo porque creo poder teorizar, equivocándome seguro, que Neil Gaiman es Crowley y Terry Pratchett Aziraphale. Y al revés. Escucharlos hablar entre sí, dispararse ingenio a velocidad luz, da entender el porqué de tantos diálogos entre un ángel y un demonio.
Neil Gaiman. A esas alturas, ya empezamos a actuar en dúo. Intentábamos ver cuantas respuestas ingeniosas podíamos inventar para quienes nos preguntaban cómo colaborábamos juntos.
Terry Pratchett. Yo escribí todas las palabras y Neil las ensambló en ciertos patrones con sentido... Lo que no fue es uno de esos casos en los que uno de los tíos se lleva 2/3 de la pasta y el otro 3/4 del trabajo.
Neil Gaiman. No fue alguien escribe una sinopsis de tres páginas y luego otro escribe la novela entera y logra su nombre en pequeñito abajo de todo.
Terry Pratchett. Así no fue como lo hicimos, principalmente porque nuestros egos estaban a la gresca todo el rato, tratando de arrancar los mejores pedazos del otro.
Neil Gaiman. Ambos tenemos egos del tamaño de núcleos planetarios.
Por cierto, estamos a Martes. No, no mire el calendario. Hágame caso. Estamos a Martes.
Y punto.
Aún no ha terminado
Aziraphale. ¡No quería hacerlo! ¿No te lo he dicho siempre, Crowley? Si te tomas la molestia de mirar hondamente en cualquiera, te encontrarás que en el fondo son muy...
Crowley. Aún no ha terminado.
Toca saltar de protagonistas. A Doctor Who y Lucian, Señor del Tiempo uno, señor de los licántropos, el otro. Nos movemos en el tiempo mucho menos, apenas al 6 de octubre de 2018, fecha en la que la cuenta de Youtube ShowbizJunkies sube una entrevista, a pie de Comic Con neoyorquina, con Michael Sheen y David Tennant.
Como la de Gaiman y Pratchett, merece mucho la pena vérsela completa.
No voy a rescatar de ella, como de la anterior, un diálogo concreto. Me quedo con una curiosidad intrascendente. ¡Ambos ya habían coincidido una vez! Fue en una película dirigida por el comediante, actor y director Stephen Fry.
La película se llama 'Escándalo con clase', es de 2003 y va sobre un joven novelista, y su panda de amigos guapos, en la Londres de los años 30. Tennant y Sheen, antes de ser conocidos, compartieron reparto en esta cinta. Sin embargo, no tuvieron ni una sola escena juntos. Como De Niro y Pacino, estaban destinados a encontrarse en una circunstancia más feliz.
Y no, no la reseñamos aún en Espinof. Lo he comprobado. Deberes pendientes.
Por cierto, ahora estamos a Sábado.
Una última posdata. Es realmente bonito que Michael Sheen diga que su personaje está enamorado de Crowley. Es igualmente bonito que Tennant reconozca que ese amor es correspondido.
Eso es la burocracia
Crowley. ¿Tu gente te ha llamado?
Aziraphale. No. ¿La tuya?
Crowley. No.
Aziraphale. Creo que están haciendo como si nada hubiera pasado.
Crowley. Los míos también, supongo. Eso es la burocracia.
Y, como todo, sea bueno o malo, llegamos al final. Dominĭcus, Día del Señor.
Una última curiosidad. El nombre de Aziraphale sale exactamente 299 veces en la novela. El de Crowley gana de goleada, ni más ni menos que 447 veces. Punto para el Infierno.
Una última nota de despedida, de los hechos (o las mentiras que han cuajado en el tiempo), que cierran la actual edición de 'Buenos Presagios'. La mía, comprada en el aeropuerto londinense de Gatwick, con propósito de relectura para el presente artículo.
¿QUIÉN ESCRIBIÓ QUÉ?
Ah, otra de las peliagudas. Como Guardián oficioso de la Verdadera y Única Copia, Terry escribió físicamente más palabras del borrador que Neil. Pero si 2.000 palabras son escritas después de un montón de gritos emocionados, es un poco tontería de quién son esas palabras. Y, en cualquier caso, para honrarlos a ambos, los dos reescribieron y comentaron a pie de página las cosas del otro tipo, y los dos pueden escribir pasablemente en el estilo del contrario. Las escenas de Agnes Nutter y los chicos vienen más bien de Terry, y las de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis y cualquiera en la que aparecieran gusanos, arrancaron con Neil. Neil influyó más en el comienzo, Terry en el final. Al margen de eso, se gritaron con emoción un montón.
Se gritaban, por cierto, al contestador automático.
Era 1991.
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La noticia Diálogos inolvidables de un ángel y un demonio en el fin del mundo: así se las gasta el dúo protagonista de 'Buenos presagios' fue publicada originalmente en Xataka por Ángel Luis Sucasas .
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