miércoles, 20 de mayo de 2015

Tú eres el culpable de que no exista la máquina del tiempo

doc

Casi todos creen que el tiempo es como un río que fluye seguro y veloz en una sola dirección, pero yo le he visto la cara al tiempo y os puedo asegurar que están equivocados. El tiempo es un océano en la tormenta.
Prince of Persia
Si algo hemos aprendido viendo historias cinematográficas con viajes en el tiempo es que hay que tener cuidadito con lo que tocas; que mucho se repite eso de la mariposa batiendo las alas en Pekín y provocando una tormenta en Nueva York pero no se nos ocurre pensar demasiado en las consecuencias de cruzar la calle del pueblo donde vivían tus padres en su adolescencia.

¿Quién no ha querido tener el poder de parar el tiempo por un par de horitas cada noche para poder aprovechar más el día? ¿Quién no ha deseado repetir una cita desastrosa? Deseamos muy a la ligera sin darnos cuenta de las consecuencias físicas de lo primero o de que más vale malo conocido que bueno por conocer en lo segundo, pero para eso están ahí las películas, para dibujar ante nosotros todo un mundo de posibilidades. temporales, multitud de universos y estimulantes paradojas.

Hasta la más meticulosa de las historias es susceptible de acabar perdida en su propio galimatías

O no. Porque una de las máximas que ha aprendido el guionista de viajes temporales es no te metas en fregados; casi es mejor pasar de puntillas por la mayoría de detalles posibles a perderse en explicaciones y justificaciones que, como mínimo, van a hacer que tu historia sea aburrida por sobre-expositiva y conseguirá lo contrario a lo que pretendías: que el espectador esté más pendiente de que todo cuadre –en lugar de a la historia- y acabe tirándotela entera (¿Alguien dijo ‘Looper’?); al fin y al cabo, si nos ponemos rigurosamente científicos, los viajes al pasado según la ciencia son imposibles –y tengo a Asimov y a Einstein de mi lado en esto.

‘Harry Potter y el Prisionero de Azkaban’, la tercera parte de la saga del mago dirigida por Alfonso Cuarón (ahora tan presente por esa maravilla que es ‘Gravity’) lidia con la cuestión que comentaba de las horas extras al día. Si de verdad Hermione ha pasado un año entero ganando horas extra para asistir a más clases, estudiar más y dormir más para recuperarse, ¿cuánto tiempo tendría que pasar antes de que fuese evidente, digamos, el cambio de talla de sujetador? Sin embargo, pequeños detalles como éste o grandes paradojas temporales que ponen en entredicho la mera existencia del viaje temporal no importan en última instancia si tu película funciona en sí misma, porque hasta la más meticulosa de las historias es susceptible de acabar perdida en su propio galimatías.

El maldito “¿… y entonces?”

Esto sucede en ‘Primer’, la estimulante opera prima del matemático Shane Carrouth que crea un intricado preciso y coherente de cajas temporales, viajes al pasado, líneas paralelas e intentos de evitar la causalidad (concepto clave en esto de las paradojas) que acaban liándose tanto que se deja al espectador por el camino y muestra que centrándose tanto en lo científico no se hace cine. Porque ‘Primer’ será porno para los meticulosos de los viajes temporales y su ejercicio es fascinante, pero no hay mucho cine en ella.

La ciencia ficción cinematográfica ha explorado este tema desde numerosos prismas en los que la ciencia y la fantasía se entremezclan en cantidades variables, siempre (o supuestamente) en beneficio de la historia que quiere contar el guionista de turno. Puedes ser Terry Gilliam y pasar de todo metiendo en tu película a Robin Hood, Agamenón y Napoleón (‘Los héroes del tiempo’) o puedes ser Robert Zemeckis y Bob Gale y decidir que sólo quieres contar la historia de Marty McFly y su familia, alejándose así de entrar en grandes paradojas históricas con múltiples consecuencias individuales o globales –con su detallito de Chuck Berry. Sin embargo, aunque ‘Regreso al Futuro’ sea aparentemente más manejable, no se escapa del escrutinio del ¿…y entonces? Si Marty no hubiese deshecho el entuerto y sus padres no se hubiesen casado, él no habría existido y por tanto no habría ido al pasado y por lo tanto habría existido. Bucle.

Ten en cuenta que lo que hagas ahora en el pasado puede cambiar el futuro… ¡Hay que tener muchísimo cuidado! ¿Te imaginas si no llega a inventarse Internet? Tendrías que hablar con todas las chicas cara a cara (Jacuzzi al pasado)

Es la llamada la paradoja del abuelo o de predestinación de que también vimos en ‘Terminator’. John Connor envía a Reese para proteger a su madre del Terminator, pero éste acaba acostándose con ella y engendrando a John, ergo John no existía para mandar a su padre al pasado. O sí existía, porque Reese ya fue al pasado en ese viaje que permitió la concepción de John. El espectador ha de asumir este bucle de causalidad que condiciona los hechos.

Asumimos, ojo. Y es que cualquier historia de ficción se enfrenta a eso que llamamos la suspensión de incredulidad en el receptor, sea espectador, lector o incluso oyente, que los que vivieron ‘La Guerra de los Mundos’ de Orson Welles eran ligeritos de incredulidad. Claro, hay niveles. Teniendo en cuenta que una ficción es mentira por definición, esa suspensión de incredulidad o salto de fe es esencial para que tu audiencia entre en la historia. Hasta la cena familiar más inofensiva está orquestada y manipulada. Una de esas reuniones repletas de conflictos, envidias y secretos que pululan por la mesa sería algo muy disperso y caótico en la realidad. Es por ello que el guionista construye el discurso a su beneficio pero de forma verosímil y coherente con el universo que ha creado. Y quien dice una cena en Cuenca, dice en Asgard.

Suspensión de incredulidad

Porque esa es la clave de todo esto; la suspensión de incredulidad no es únicamente aceptar que Superman vuela o que los viajes temporales son posibles, sino también todos esos elementos que ponen a prueba la coherencia interna del relato; las reglas propias que ha establecido ese universo y las reglas básicas de nuestro mundo que sigan en juego en aquél otro. Vamos, ir por el camino contrario que ‘Más allá del tiempo’ (The Time Traveler’s Wife), esa historia en la que Eric Bana aparentemente sólo puede viajar al pasado, pero luego no; que se pone constantemente en peligro apareciendo en lugares aleatorios y desnudo, pero realmente no; que no elige a dónde ni cuándo, pero realmente sí. Oye, que todo esto funcionaría si la continuidad emocional tuviese un mínimo de sentido y entendieses por qué Rachel McAdams no se busca un novio normal no fruto de una relación algo pedófila. Pero no.

Mencionaba antes lo minuciosa que es ‘Primer’ con su juego de paradojas y réplicas, y es precisamente el detalle más terrenal el que hace algo incongruentes las motivaciones de sus personajes, ¿por qué esa fijación por el exnovio de la chica si no acaba herida en ninguna de las versiones de la fiesta? Sin embargo, esos loops que Aaron repite una y otra vez reverberan en otros planteamientos similares.

How many times would it take before he got it right? Three? Four? Twenty? I’ve decided to believe that only one more would have done it. I can almost sleep at night, if there’s only one more. Slowly and methodically, he reverse-engineered a perfect moment. He took from his surroundings what was needed, and made of it something more. (Primer)

El esquema de repetición de ‘Atrapado en el tiempo’ se ha explotado en cine y televisión con más o menos éxito pero la película noventera de pelos imposibles de Bill Murray sigue aguantando el paso del tiempo a pesar de requerir grandes saltos de fe con el comportamiento de quienes le rodean o conla inexactitud de sus loops, porque la ciencia ficción se ha inventado para contar historias humanas y es lo que consigue la marmota y también lo que hila ‘Código Fuente’.

El prometedor Duncan Jones va un poco más allá en el esquema del loop repetido, esta vez a partir de un sistema que permite a Jacke Gyllenhaal revivir los últimos 8 minutos de las víctimas de un atentado en un tren. Entra como observador en un bucle temporal para averiguar quién es el culpable, inicialmente sin un viaje al pasado per se, y Jones acaba abandonándose a tomarse sus licencias en favor del suspense y del envoltorio más comercial de su propuesta pero, eh, funciona. Que por cierto, eso de ser un viajero temporal observador y no inicialmente parte es otra forma de plantear esta herramienta narrativa. La genial ’12 Monos’ (y por ende, ‘La Jetée’) desarrolla todo universo y las implicaciones del futuro a raíz de este punto de partida. H.G. Wells, uno de los padres de todo esto que hoy nos ocupa, enviaba a su protagonista al futuro inicialmente como observador; la fallida y colgada ‘The Jacket’ también va en esa línea de las consecuencias de conocer el futuro.

Una de las reglas básicas que tiene que establecer un narrador que quiera manejar el continuo espacio-tiempo en su historia es si existe la predestinación

El futuro tiene una ventaja en todo esto: sí tiene una base científica. La teoría de la relatividad de Einstein explica una posible dilatación del tiempo cuando se viaja a la velocidad de la luz pero, ¿cambiar los hechos desde el futuro? El destino, menudo engorro. Si ya nos parece complejo lo de viajar al pasado cambiando el presente y creando una nueva línea temporal o un bucle; si ya nos podríamos romper el coco preguntándonos si esos casos de efecto mariposa (como en la película de Ashton Kutcher) en los que el protagonista recuerda los eventos pasados que ya no son, implican la existencia de múltiples universos sólo porque existen en su cabeza –una especie de twist a la mítica pregunta del árbol haciendo ruido en un bosque solitario-, esperad a plantead el tema del futuro y la predestinación.

Porque una de las reglas básicas que tiene que establecer un narrador que quiera manejar el continuo espacio-tiempo en su historia es si existe la predestinación. Si los eventos del futuro están o no condicionados por los eventos del pasado o, por el contrario, lo que está por venir es inamovible. Si Marty va al futuro y evita que sus hijos no se metan en un lío, ¿no se anularía todo al volver de nuevo a 1985? ¿No es de hecho la esencia de lo que dice Doc a Jennifer al final de la tercera película cuando el fax se borra? Pero esto del destino va más en esa línea de saber lo que nos depara e intentar modificar el futuro modificando cosas del presente para después descubrir que, sin importar lo que hagas, el resultado es el mismo. Le ocurre a Denzel Washington en ‘Deja Vu’ (más o menos), en ‘Premonición’ a Sandra Bullock y en ‘Perdidos’ los tumultos temporales siempre acaban en aquella su filosofía de “lo que pasó, pasó”.

sarah connor Sarah Connor lo tenía claro

La máquina del tiempo es cuestión de cine, no de ciencia


Antes he mencionado eso de los multiversos. Otro supuesto teórico de líneas temporales paralelas; esas que Doc Brown explica a Marty en ‘Regreso al futuro 2’ cuando vuelven del futuro a ese 1985 chungo donde Biff es el dueño del cotarro. Lo que el guionista obvia a propósito es el hecho de que ellos vienen de una línea temporal alternativa: cuando el viejo Biff vuelve de darse a sí mismo el Almanaque deportivo debería ser un 2015 continuista con el 1985 chungorro.

Es probablemente uno de los mayores agujeros paradójicos que esta mítica saga de aventuras y, sin embargo, no enturbian el resultado final. Porque su historia está llena de grandes decisiones que ahora damos por hechas (como el uso de elementos visuales tramposos pero efectivos para situar al espectador o generarle urgencia como son la foto de los hermanos que va borrándose o la página de periódico con la muerte de George McFly) y el resultado final es tan satisfactorio en este hito del cine de aventuras que mirar todas las incongruencias con lupa carece de sentido.

La ley de Niven dice que si en un universo existiese la posibilidad de viajar en el tiempo, el propio orden natural se encargaría de eliminarla, de borrar su existencia para no tener que asumir el caos que provocaría

¿Recordáis que en el párrafo inicial hacía mención a desear repetir una cita terrible? En ‘Una cuestión de tiempo’ Tim es capaz de utilizar los saltos temporales para hacer su vida mejor y ser feliz, sin cambiar eventos relevantes de la historia ni crear grandes giros temporales. La nueva y entrañable película de Richard Curtis utiliza el elemento fantástico para divertir y reflexionar sobre las relaciones románticas y familiares desde su habitual prisma buenrollista y, aun sí, sigo encontrándome con críticas que la desmontan por sus paradojas temporales.

Podríamos seguir planteando más supuestos; esos en los que lo que viaja en el tiempo es información y no una persona, como ocurre con padre e hijo en ‘Frequency’ o con la historia de amor de ‘La Casa del Lago’, que se pasa todas las paradojas e inconsistencias científicas por el forro porque, al final del día, es un drama romántico que no busca otra cosa que contar su historieta choni para que creamos en el amor y no en los viajes en el tiempo.

La máquina del tiempo es cuestión de cine, no de ciencia. La ley de Niven dice que si en un universo existiese la posibilidad de viajar en el tiempo, el propio orden natural se encargaría de eliminarla, de borrar su existencia para no tener que asumir el caos que provocaría. Así que al final, con tanto ¿por qué Harry y Hermione simplemente no viajan años atrás en lugar de horas para evitar que Voldemort matase a sus padres? por aquí y los ¿Por qué el 2015 de Doc y Marty sigue igual? por allá, sois vosotros, espectadores quisquillosos, el instrumento del orden para acabar con la única máquina del tiempo por ahora posible en este universo: la ficción.

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La noticia Tú eres el culpable de que no exista la máquina del tiempo fue publicada originalmente en Xataka por Adriana Izquierdo .










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