sábado, 4 de junio de 2016

'Warcraft: El Origen' desde dos puntos de vista distintos: un crítico de cine y un fan del WoW

Warcraft

La incombustible licencia estrella de Blizzard ya ha dado el salto a las taquillas españolas y lo hace una semana antes de su estreno en los Estados Unidos. De hecho, originalmente estaba prevista su salida para las pasadas navidades pero Universal Pictures prefirió dar un margen de prácticamente seis meses con respecto a 'Star Wars: El Despertar de la Fuerza'. ¿Falta de confianza en el proyecto? no exactamente. 'Warcraft: El Origen' llevaba demasiado tiempo en desarrollo como para tener que compartir las carteleras.

Detrás de las cámaras encontramos a Duncan Jones, hijo del recientemente desaparecido David Bowie, y quien ya había asentado su carrera como cineasta con títulos como ‘Código Fuente’ o ‘Moon’, pero ante todo un jugador hardcore, fan de licencia y un director muy consciente de que las adaptaciones de los videojuegos cuentan con demasiados prejuicios negativos por parte de los usuarios. ¿Ha conseguido Jones marcar la diferencia?

La opinión de Frankie MB, apasionado de 'World of Warcraft'

De entrada vamos a tener claro que la mayor parte del propio concepto de la película ya se nos ha presentado en el tráiler salvando ciertos detalles como el "quién", el "por qué" o el "cómo", que serán revelados gradualmente y en su momento preciso durante la proyección, sin embargo éstos no serán ningún misterio para el fan de la saga. Quienes hayan visto cualquiera de los cortes previos al estreno ya tienen claro lo que tendrán por delante: un conflicto entre dos facciones, una que luchará por la supervivencia y la otra por escapar de la extinción.

Las inevitables y odiosas comparaciones

Pese a lo que pueda parecer, 'Warcraft: El Origen' no es una película en la misma tónica que 'El Señor de los Anillos' de Peter jackson o cualquier Blockbuster de Michael Bay. Sí, hay elementos fantásticos y mundos de magia y espada, pero la ambientación, el ritmo y la narrativa son muy diferentes a la manera en la que el director Neozelandés plasmó su primera trilogía cinematográfica. Y lo mismo se puede aplicar si lo comparamos con ‘Juego de Tronos’. Sin embargo, las dos horas exactas que dura la película de Duncan Jones reflejan fielmente el universo creado por Blizzard, no el de Tolkien o el de G.R.R. Martins.**

Pero tampoco se trata de otro film en la tónica de la serie ‘Transformers’ o ‘Ninja Turtles’, y no es precisamente porque vaya falto de efectos digitales - todo lo contrario-, sino porque se parte de una adaptación de la licencia, o más bien a las raíces de la misma, buscando más una aproximación al Lore original que un espectáculo en pantalla gratuito. Todo lo que ocurre en el filme tiene un porqué y no se busca ganar al espectador con tomas “chulas” en escenarios explosivos.

La propia Blizzard se ha referido al guión de la película como la adaptación definitiva de los sucesos de la Primera Guerra, el primer choque abierto entre los humanos y los Orcos, y junto a Jones el guión cuenta con la firma de Chris Metzen, quien ha escrito varios de los arcos argumentales de los propios videojuegos así como de otras licencias de Blizzard como ‘Starcraft’, ‘Diablo’ o más recientemente ‘Overwatch’ de hecho, elaboró varias de las ilustraciones de ‘Warcraft: Orcs & Humans’, el primer juego de la saga y precisamente la mayor fuente de inspiración para el libreto de 'Warcraft: El Origen' - que no la única-.

De este modo estamos ante una cinta que no terminará de convencer a aquellos que vayan con el “chip” de ver otra fábula de magia, espadas y dragones, -de hecho no veremos dragones, ni trolls y los enanos y los elfos aparecen muy muy poco tiempo en pantalla-, pero es que como indica el propio título, esto es sólo la base, el comienzo de todo lo que vendrá después de estos sucesos, y todavía no les ha llegado el momento. Pero sí hará que los fans se sientan como en casa y Jones consigue dejar todos los elementos necesarios al final para empezar a expandir el proyecto con holgura.

Un viaje a la Azeroth que todos conocemos

Cuando ‘Warcraft: El Origen’ se estrene en Australia habrán pasado oficialmente diez años desde que se anunciara la producción del filme. De hecho, el cineasta Uwe Boll intentó convencer a Blizzard de que le cediera los derecho para adaptarla, pero el estudio californiano quería hacer las cosas bien y no a cualquier precio. Quería llevar a los fans de la licencia a la gloriosa ciudad de Ventormenta, que contemplara la creación del Portal Oscuro, que al mostrar la arquitectura de los Orcos, está fuera absolutamente fiel a la vista en los videojuegos, y aprovechando la primera visita guiada al universo de Warcraft no podía faltar una parada obligatoria por la posada Orgullo de León. Y la película es la encarnación del juego de Blizzard.

Pero más allá de lo anecdótico nos podemos centrar en lo estético. Las cinemáticas de Blizzard se han consagrado históricamente por su enorme calidad, su aspecto y presentación únicos y reconocibles y por su habilidad para competir directamente con las producciones de animación digital actuales- e incluso superar algunas en concreto a nivel técnico y artístico-. Jones ha conseguido plasmar muy bien ese lenguaje audiovisual en los fotogramas de su película con unos orcos creados con CGI absolutamente fieles al material original y que no chirrían con los escenarios o los personajes de carne y hueso. No se podían ni se debían hacer de otra manera.

Desde los planos y emplazamientos cuidados al milímetro hasta el detalle de cada armadura. El haz de luz de los ojos de varios de los personajes principales o los elfos, la estética de los enanos, la forma de cada espada y cada martillo de guerra: la esencia al completo de cómo es Warcraft sin interpretaciones para una audiencia más amplia, ni licencias artísticas, y mucho menos sacrificar el aspecto original para que acabe siendo creíble cinematográficamente hablando.

La película ha contado con un presupuesto de 160 millones de dólares, y eso queda plasmado en el enorme despliegue de efectos especiales y atrezo destinado a hacer que Azeroth sea un mundo creíble y fiel a lo que esperan sus fans. De hecho, los FX corren por cuenta de Industrial Light & Magic, la legendaria productora que ha dado vida y esplendor a la saga completa de películas de ‘Star Wars’, ‘Jurassic Park’ o el universo cinematográfico de Marvel. Y hay que sumar que los elementos de maquillaje, armas o armaduras han sido diseñados y manufacturados por la mismísima Weta Workshop, o dicho de otro modo, por la actual referente en la materia gracias a sus más que sobresalientes resultados con producciones del calibre de ‘El Señor de los Anillos’, ‘El Hobbit’ o ‘Mad Max’.

Warcraft

Todo eso está muy bien pero ¿se sostiene como película?

Llega la hora de sacar al cinéfilo que todos llevamos dentro y pese a que deseamos oír lo contrario, la realidad es que es sin lugar a dudas la mejor adaptación imaginable que se puede hacer del universo Warcraft, pero como película no satisfará a aquellos que busquen una trama densa y compleja o unos personajes que calen en el colectivo popular como lo han hecho Forrest Gump, Tyler Durden o Tony Stark.

Si ya de por sí es complejo narrar dos tramas en paralelo con una docena de protagonistas principales, cuando confluyen estas líneas argumentales se empiezan a comer minutos de pantalla los unos a los otros. La pérdida de personajes secundarios que no han tenido suficiente tiempo como para desplegar su rol como para que empaticemos con su pérdida y, todas las consecuencias derivadas no calan tanto en una audiencia que no ha terminado de posicionarse con todas las causas y decisiones de sus protagonistas, incluido un amago intento de subtrama amorosa que no termina de convencer.

Si bien es cierto que hay escenas que son un auténtico regalo para los ojos, también nos encontraremos con dos o tres de gran peso que carecen de épica y recuerdan al género de aventuras de hace 50 años, filmadas en escenarios cerrados y que palidecen al contrastarse con las batallas multitudinarias entre las que se intercalan. Sin embargo, el gran problema que encontrará la audiencia más sibarita es que en ‘Warcraft: El Origen’ quizás encontremos más clichés del género de los que los cinéfilos más puristas puedan tolerar.

O la odias, o la adoras, pero esto es sólo el principio

‘Warcraft: El Origen’ no es un blockbuster destinado a todas las audiencias, es una adaptación cinematográfica de una de las mayores licencias de videojuegos de manos de creativos que saben muy bien qué es lo que tienen entre manos y que ha tardado diez años en cuajar. De este modo por primera vez nos encontraremos con una situación muy peculiar: No es una película que decepcionará a los que aman juego, sino una adaptación que decepcionará a los peliculeros que no se han aproximado al lore de Warcraft.

No es casualidad que la película aparezca ahora, ya que en septiembre llegará la siguiente expansión del juego ‘World of Warcraft’ y es la oportunidad perfecta para que aquellos que en sus más de diez años en activo del legendario MMORPG retomen el contacto con el mundo de Azeroth, mientras que es el reclamo perfecto para que una nueva generación de jugadores conozcan uno de los Lores más ricos y nutridos jamás creados para un videojuego, sino el que más. De hecho, Blizzard ha ofrecido una promoción en la que se regala el propio juego junto con la entrada en cines seleccionados de nuestro país. ¿Coincidencia? En absoluto.

Sin embargo lo más interesante es que pese a que el film da comienzo al enorme entramado argumental, lo mejor y más complejo está por llegar y es ahora cuando la propia licencia cinematográfica puede llegar a desplegarse con mucha más contundencia, ya que la leyenda de personajes como Garona o Lothar sólo acaba de comenzar, los planes del malvado Gul'dan continúan y todavía queda la llegada de la Legión Ardiente, auténticos artífices en la sombra de todas las atrocidades de la Horda y que pondrán patas arriba el reino de Azeroth, creando una serie de alianzas y consecuencias todavía más inesperadas.

Para algunos, ‘Warcraft: El Origen’ será una película que no ha aportado nada a la industria cinematográfica, pero para millones de aficionados a los videojuegos es el principio del que puede ser un nuevo género cinematográfico: el de las adaptaciones que sí gustan a los que conocen la licencia.

La opinión de Alberto Abuín, crítico de cine

Warcraft Movie Poster

Las expectativas

El mundo de los videojuegos y el del cine parecen hermanos, pero es una falsa sensación. El primero ha ido adquiriendo, con el paso del tiempo y cada vez con mayor relevancia, elementos del segundo, aportando riqueza de matices a un universo que evoluciona a pasos agigantados; aunque jamás ha ocurrido al revés. Los videojuegos no han aportada absolutamente nada al séptimo arte, prácticamente todas las adaptaciones que se han realizado dejan bastante que desear, aunque haya habido intentos de demostrar lo contrario.

El problema, casi siempre ha sido el no atreverse a expandir el mundo creado para el videojuego —lo que sería una adaptación como dios manda—, sino el de procurar ser fiel a algo que en pantalla simplemente no funciona, debido a su limitado alcance. El mundo normalmente tiembla cuando se anuncia una nueva película basada en un popular juego, y ‘Warcraft’ sin duda lo es. Las expectativas creadas alrededor del film pueden citarse desde dos perspectivas.

Por un lado, el pasado cinematográfico de las adaptaciones de videojuego jamás hace que pensemos en positivo. La historia reciente está ahí para demostrarlo —si pensamos en algunas de las adaptaciones realizadas en los años noventa incluso nos pueden entrar sudores fríos—con muy escasos instantes de puro cine en alguno de esos intentos —me viene a la memoria secuencias aisladas de películas como ‘Doom’ (íd., Andrzej Bartkowiak, 2005) o ‘Silent Hill’ (íd., Christophe Gans, 2006)—, pero en líneas generales siempre abocadas al fracaso (artístico).

En el caso de ‘Warcraft. El origen’ había un resquicio para la esperanza. El hecho de que parte del guión, y la dirección, corren a cargo de Duncan Jones, que ha demostrado ser algo más que el hijo de David Bowie. Su ópera prima, ‘Moon’ (íd., 2009), quizá una cinta demasiado referencial, pero casi de culto; y la estupenda ‘Código fuente’ (‘Source Coude’, 2011), una excelente metáfora en clave de Sci-Fi sobre las segundas oportunidades, son un más que ejemplar currículum para esperar de ‘Warcraft’ lo mejor.

Resultado: un viaje de lo directamente decepcionante a lo escandalosamente catastrófico

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Jones se ha apartado por completo de lo esperado, tanto de lo esperado en una adaptación de estas características como de su propio pasado fílmico. ‘Warcraft’ no tiene nada que ver con su dos anteriores films, juega en otra liga, la de la impersonalidad, la no definición de un estilo, la ausencia total y absoluta del equilibrio ético/estético que toda obra cinematográfica debe poseer. El resultado ha sido un viaje de lo directamente decepcionante a lo escandalosamente catastrófico.

Decepcionante porque Jones ha hecho algo en cierto modo impensable, y muy loable. A pesar de tener como referencia el mundo Warcraft y conocerlo bastante bien —Jones se ha declarado un jugador consumado—, el director ha tenido la muy coherente idea de crear todo un universo propio a partir del juego. La sombra de Tolkien evidentemente es muy larga, y desgraciadamente la de Peter Jackson también. La sobrevaloradísima trilogía de los anillos sobrevuela, desde su aparición en 2001, cualquier obra de similares características.

No es que la historia recuerde a la de la trilogía, al fin y al cabo este tipo de historias comparten elementos, digamos universales. Aquí tenemos humanos y orcos, orcos humanizados, orcos cabrones, magos, aprendices de magos y hasta un personaje mitad orco, mitad humano. Unos enfrentados a otros, con la puerta del entendimiento entreabierta, y el siempre peligroso reverso tenebroso de la buena magia, haciendo de las suyas para envenenar mentalmente a muchos orcos que sólo quieren lo mejor para su pueblo. Como los humanos. Igualito que todas las razas que pueblan nuestro planeta.

El problema está precisamente en algo que no esperaba de su director. La capacidad de Jones para la puesta en escena, demostrada con creces en sus dos films anteriores. El loable esfuerzo de apartarse del juego, sin traicionarlo —a lo largo del film se aprecian elementos muy reconocibles por cualquier fan del mismo— queda anulado por la cantidad de lugares comunes en los que Jones cae con el primordial elemento narrativo del cine: la puesta en escena, la cámara.

Dejando a un lado el muy sencillo argumento, quizá demasiado simple, Jones no aporta una sola idea visual interesante al film. La sensación de déjà vu es constante. ‘Warcraft’ no impresiona visualmente a pesar de la perfección del CGI, y las set pieces de acción —batallas colosales, duelos a muerte, rescates heroicos, etc— se tornan aparatosas más que espectaculares, y sin rasgo de emoción alguna, por mucho que la banda sonora de Ramin Djwadi nos recuerde en cada compás que estamos ante un film presumiblemente épico.

Warcraft El Oriegen

Y a pesar de contar en el montaje con Paul Hirsch, montador de joyas como ‘El imperio contraataca’ (‘The Empire Strikes Back’, Irvin Kershner, 1980), que al menos se aparta del consabido montaje parkinsoniano que tanto se lleva actualmente en los blockbusters, ‘Warcraft’ cae en algo ya no esperado, sino imperdonable: aburrimiento.

Las más que conocidas situaciones, los más que insulsos y tópicos personajes, no me han llevado a otro lugar más que la indiferencia. No me importa si los orcos ganan, si lo hacen los humanos, o que el ridículo plano final prometa más (no) emociones. ‘Warcraft’ aburre, y mucho.

Una excelente oportunidad perdida que se vuelve maravillosa si pensamos que Uwe Boll se ofreció a dirigirla.

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