Aunque no seamos unos aficionados a la astronomía de libro, quien más y quien menos podría dibujar o describir los planetas del sistema solar y sus características más destacadas, como el rojo de Marte o los anillos de Saturno. Y en el caso de Júpiter destaca por algo más que por sus enormes dimensiones: el característico punto rojo de su superficie, conocido como la Gran Mancha Roja (the Great Red Spot), de la cual ahora cada vez se sabe algo más. Pero, ¿sabemos qué es y por qué es permanente?
Recientemente hablábamos de Juno, una misión específica para el gigante de nuestro sistema que llegaba a su órbita tras unos cinco años de viaje para conocerlo mejor. Pero el planeta, como muchos otros, lleva siendo objeto de estudio desde hace años y concretamente la mancha despierta la curiosidad del ser humano desde que se empezó a visualizar, y la tecnología permite que pese a la distancia cada día sepamos más de ella.
La Gran Mancha Roja, despertando la curiosidad desde 1664
Dada la condición de aparente eternidad de este característico círculo se pudo observar desde que la óptica permitió ver los astros con relativo detalle. Se dice que primero en observarla fue Robert Hooke en 1664, si bien hay cierta inseguridad sobre el dato porque no se ha podido comprobar que fuese éste el punto y no otro situado en otra latitud (la Gran Mancha se situ en el llamado cinturón ecuatorial de nubes sur y el de Hooke podría haber estado en el norte).
De ahí que en ocasiones se le dé más crédito a las observaciones de Giovanni Cassini un año después, aunque ambos hallazgos quedarán entrecomillados para la historia por falta de datos concluyentes. Posteriormente, en 1711, Donato Creti le daba un tono rojo en sus pinturas ayudado por las observaciones de Eustachio Manfredi (representando también dos de sus satélites).
Unos siglos después ya tuvimos pruebas gracias al despegue de la carrera espacial. La sonda Voyager enviaba la primera imagen en detalle de la Gran Mancha cuando se hallaba a 9,2 millones de kilómetros de distancia de Júpiter, pudiendo percibir la naturaleza gaseosa así como su movimiento concéntrico en sentido antihorario.
Y además de verlo, ¿qué diantres es?
A Júpiter se le conoce como el "gigante gaseoso" y no es casualidad. El primer adjetivo no tiene mucho misterio al ser el mayor cuerpo celeste del sistema solar tras el Sol, pero lo segundo se debe a que se compone principalmente de hidrógeno y helio sin que se haya determinado aún la superficie interior. El patrón a franjas (cinturones) que presenta se debe a las nubes y a su dinámica atmosférica global, con vientos fuertes constantes.
La Gran Mancha Roja es una tormenta de dimensiones magnas, duplicando más o menos el diámetro de la Tierra (2,5 veces). Es un vórtice anticiclónico por definición, o lo que es lo mismo, una zona de altas presiones con un flujo circular, y no la cima de una montaña como se pensó en las primeras observaciones.
Hay cierta variabilidad de color y de tamaño, y de hecho es una formación bastante caótica cuyos vientos periféricos van a unos 640 kilómetros por hora. Y la coloración rojiza, que destaca sobre la mayoría del resto de "manchas" del planeta, probablemente se produce debido a la interacción con la radiación solar con los gases que suben de la atmósfera inferior (concretamente con una capa de hidrosulfito de amonio, originalmente transparente), al menos ésa es la teoría que una gran mayoría de científicos creen correcta según explican en la NASA, que la cataloga aún como un "turbulento misterio".
¿Cómo se sabe esto? A Júpiter tal cual no hemos llegado pero casi, ya lo comentábamos al hablar de Juno, pero además de las observaciones están los modelos de simulación y los infrarrojos, de ahí que conozcamos temperaturas, consistencias y demás tanto de éste como de otros planetas. De hecho, hoy teníamos más supuestos datos sobre la Gran Mancha gracias a una publicación en Nature, en relación a las temperaturas y a la conexión entre las dos atmósferas del planeta (porque sí, el gigante no tiene una sino dos atmósferas, inferior y superior).
Lo que J. O’Donoghue, L. Moore, T. S. Stallard y H. Melin describen es que en la Gran Mancha la atmósfera inferior puede ser la responsable de las altas temperaturas de la superior (aproximadamente 1.600 grados Kelvin, unos 1326 grados centígrados, por encima de la temperatura media del planeta, hacia los 627 grados centígrados). Algo que han determinado gracias a las mediciones del telescopio de infrarrojos de la NASA en Hawaii.
De confirmarse, lo destacado del hallazgo es esta comunicación entre atmósferas, dado que hay una distancia de separación de unos 805 kilómetros. Algo que permitiría explicar el hecho de que según las observaciones la temperatura en la atmósfera superior de Júpiter es mucho mayor que la que calculan los modelos informáticos según la distancia al sol.
A la espera de Juno y a la caza de más tormentas
La Gran Mancha Roja no es ni la única mancha ni la única de color rojo, de hecho en 2006 se describió otra que por tamaño se catalogó como la Pequeña Mancha Roja (o Roja Junior) y está también la Gran Mancha Negra, avistada en el año 2000 por la sonda Cassini–Huygens. De este modo, los científicos quieren echar un ojo a éstas otras con el fin de crear un mapa de temperaturas de la atmósfera superior más exacto.
Por otro lado, está la información que vaya enviando Juno a medida que vaya realizando sus mediciones, pudiendo confirmar los aumentos de temperatura debidos a las tormentas. Sobre esto recoge The Verge las declaraciones de Mike Janssen, investigador en el laboratorio de propulsión de la NASA, que detalla que mientras que el estudio de O'Donoghue y compañía intenta explicar el aumento de temperatura sobre la Gran Mancha, Juno podría ayudar a explicar qué fenómenos son los que originan la propia tormenta.
Imágenes | NASA (1, 2)
En Xataka | Juno nos enseña su primera foto de Júpiter, pero llegarán muchas más y tú podrás elegir qué fotografiar
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La noticia ¿Qué sabemos y cómo lo sabemos de la Gran Mancha Roja de Júpiter? fue publicada originalmente en Xataka por Anna Martí .
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