martes, 28 de marzo de 2017

La Biblioteca Vaticana: así han contado la historia quienes poseen buena parte del saber universal

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Biblioteca Vaticana

«El verdadero conocimiento y la auténtica libertad se hallan en Jesús». Estas fueron palabras de Juan Pablo II, Papa ducentésimo sexagésimo cuarto, quien regentó su cargo desde 1978 hasta su muerte en 2005. Pero, ¿qué entendemos por conocimiento los simples mortales?

En sus 500 años de historia, la Biblioteca Apostólica Vaticana apenas ha permitido estudiar una pequeña porción de su colección de manuscritos, algunos copias únicas en todo el planeta.

Pero desde inicios de 2014 y con el fin de evitar daños y deterioros mayores, el equipo coordinado por Luciano Ammenti, CEO de la Biblioteca del Vaticano, ha trabajado digitalizando al ritmo de unos 1.000 manuscritos mensuales, con la idea de realizar un “backup” completo en el plazo de 10 años. De hecho, unos 5.300 ya podían ser consultados desde el pasado verano.

La tecnología detrás de la idea

Para la digitalización se está usando el estándar FITS (Flexible Image Transport System), el formato común para capturar imágenes astronómicas usado por la NASA. Para el almacenamiento, la experta en big data EMC Isilon.

El original de la Divina Comedia de Dante o el Evangelio de San Lucas son algunas de las obras que podremos consultar libremente

A cada archivo se le aplica encriptación SSL a partir de tecnología de Dell EMC, quienes han facilitado 2,8 petabytes de almacenamiento para el catálogo, supuestamente completo, de manuscritos e incunables. Además de un monitoreo constante para conocer la “salud” de los archivos en todo momento.

¿Por qué tanta seguridad? Porque si algo ha permanecido salvaguardado tantos años, su difusión controlada no podía ser menos cauta. En esta biblioteca se encuentran piezas de arte como el original del Evangelio de San Lucas, la famosa Biblia latina de 42 líneas, impresa por el propio Gutenberg hacia 1451, el original de La Divina Comedia, varios centenares de diarios y misivas, inencontrables por cualquier otra vía, o la versión más antigua conocida de La Eneida.

El celoso conocimiento

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En el episodio piloto de "The Young Pope", un ficticio Pío XIII, conservador como él solo, reitera su desprecio por los turistas y en cómo «La Santa Madre» se ha entregado a los desmanes de papados timoratos y demasiado volubles.

Esta caricatura, que bien podría recordarnos a tiempos anteriores al actual Papa, no deja de ser una muestra de esa cuestión que lleva siglos flotando en el aire: ¿qué puedes hacer con tanto conocimiento? Pues reescribir la mismísima historia de nuestro pasado.

Esta iniciativa no asegura que vayan a digitalizarse el cómputo total de obras preservadas

Eso sí, en ningún momento pensemos que se va a digitalizar el cómputo total de obras. No debemos confundir la Biblioteca Vaticana con el Archivum Secretum. En torno a este anexo privado —secretum hace referencia a personal— ha existido una permanente nube de especulación rampante.

No fue hasta 1881, cuando el Papa León XIII permitió el acceso para revisar algunos documentos de los 85 km lineales de estanterías, tras la atenta mirada de los guardias suizos en el Portal de Santa Ana, y con credenciales concedidas cada seis meses y tras una larga serie de requisitos teóricos. Además, deben saber con exactitud qué volúmenes desean revisar: siempre acompañados, podrán solicitar tres por día y consultarlos con diligencia y premura.

¿Y qué hay en este destacamento especial? De todo: desde las notas relativas al juicio de 1633 contra Galileo hasta la bula menor inter caetera emitida por Alejandro VI en 1493 donde se divide el mundo entre lo «hallado» y lo «por hallar», pasando por la bula papal de 1521 del Papa León X excomulgando a Martín Lutero, y una importante cantidad de correspondencia de Abraham Lincoln. Y, bueno, la sospecha de albergar cartas donde se alertaban de los pogromos antisemitas.

Exorcismos, nazismos y rituales varios

Biblioteca Vaticana

Se dice con demasiada comodidad que la historia la escriben los vencedores. Pero, ¿y qué hay de los actores pasivos, de quienes se mantienen al margen? El historiador de la Universidad de Brown David Kertzer examinó documentos donde pudo constatar que la Iglesia hizo tratos con Benito Mussolini a cambio del silencio sobre el antisemitismo. ¿Cómo podría haber cambiado el curso de la historia de haberse puesto en conocimiento público estos hechos?

Según investigadores como Paul Jeffers o David Kertzer, la Iglesia jugó un papel determinante durante el Holocausto

Investigadores como H. Paul Jeffers fueron más allá al aseverar que la Iglesia jugó un papel determinante en el Holocausto, tanto protegiendo y ocultando a familias como ejerciendo de chivo expiatorio.

Y no es necesario remontarse en el pasado: figuras como Gabriele Amorth, autor de más de 70.000 exorcismos, dejó entrever a través de su obra una costumbre privada muy común: los exorcismos se llevan practicando toda la vida cristiana —sólo en Italia se cuentan más de 350 exorcistas operando en nombre de la Iglesia Católica—, algunos con métodos más agresivos que otros.

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O acontecimientos como el fallecimiento del Sumo Pontífice Juan Pablo I, con 33 días de cargo cumplido, y con dos versiones enfrentadas, una del parte médico oficial que habla de infarto de miocardio y otra que clama atentado por una serie de deudas y desvinculaciones por parte del Banco Vaticano y la mafia italiana.

Gracias a todo este conocimiento, tal vez salgamos de dudas ante cuestiones que siempre estuvieron en el punto de mira

Tal vez conozcamos la verdad sobre sucesos más profanos, como el caso del guardia suizo Cédric Tornay, quien asesinó al teniente del cuerpo, Alois Estermann, y después a su señora. Un escándalo que sacudió al Vaticano por las vinculaciones directas con sus altas instancias.

Cierto es que también se han perdido muchos documentos. Los cristianos fueron perseguidos y sus obras destruidas durante mucho tiempo: desde 284 hasta 305, el emperador Diocleciano no dio tregua. En plena Edad Media se perdieron y destruyeron muchos de los archivos guardados durante siglos en la archibasílica de San Juan de Letrán.

Tomándole el pulso al tiempo

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Como decíamos hace apenas unos días, cada año toqueteamos los relojes sin mucho sentido. Y éste es otro ejemplo de influencia y tradición cristiana.

Fue en torno al año 525 cuando el monje Dionisio el Exiguo sentó las bases del calendario cristiano. Pero no fue sino una estructura apresurada, fruto de cálculos análogos a su tiempo, al hacer coincidir el año 1 con el 754 AUC (desde la fundación de Roma).

Y no parece posible que Jesús de Nazaret naciese por aquellas fechas, no es posible que el Rey Herodes el Grande provocara una matanza si en el año 750 ya había fallecido. Y aún habríamos de hablar de las incongruencias con el Publio Suplicio Quirinio, dudas que tal vez puedan ser resueltas a través del nuevo material público.

Textos no tan sagrados

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Si algo ha demostrado la Biblioteca Vaticana es compromiso y erudición por conservar el saber y velar por su seguridad. En 2012, conmemorando el 400 aniversario de los archivos, se pusieron a disposición los cien documentos que componen la Lux in Arcana. Desde entonces ha sido constante la sorpresa ante algunos hallazgos.

Si algo ha demostrado la Biblioteca Vaticana es compromiso y erudición por conservar el saber

The Guardian publicó una cobertura con interesantes documentos, como la carta del cardenal Ascanio Colonna a su lugarteniente, donde relata los acontecimiento del saqueo en Roma en 1527 y donde el cardenal Pompeo Colonna, enemigo personal de Clemente VII, doblegó al papado. Éste es precisamente un periodo poco documentado de la familia Colonna, donde abundan las falacias y falsas afirmaciones. Cualquier relato es, como mínimo, relevante de ser revisado.

El Vaticano, desde su posición extraordinaria, tiene la posibilidad de, efectivamente, alumbrar el conocimiento, poner sobre la mesa certezas sobre dudas. Y que sean los ciudadanos quien juzguen si es este conocimiento el que les otorga o no la libertad.

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