Hoy en día la tecnología que busca ser básica, revolucionaria y al alcance de todos es Internet. Pero a finales del siglo XIX fue la electricidad la que causaba sensación y enfrentamientos históricos como el de Edison y Tesla. En la Guerra de las Corrientes (Current War) todo valía, hasta poner en una silla eléctrica a un elefante.
El mago de Menlo Park
Con una fama consolidada en EEUU y buena parte del resto del mundo, Thomas Alva Edison presentaba en 1879 su enésimo invento: la bombilla incandescente. Con ella se daba por iniciada una frenética carrera para llevar la electricidad a los hogares y empresas de EEUU. En esas décadas de final del siglo XIX la demanda de electricidad crecía a un ritmo imparable y había que satisfacerla.
Toda la ventaja estaba del lado de Edison. Desde el mismo momento en que presentó su bombilla inició el despliegue de pequeñas centrales eléctricas con las que dotar de electricidad a las calles, casas de importantes empresarios y cualquier industria que quisiera olvidar el vapor para mover sus máquinas.
Con un negocio de una envergadura y beneficios tan impresionantes, Edison no era el único que en esa carrera por generar y distribuir la energía eléctrica. Máxime cuando su sistema, que avanzaba principalmente por su fama y prestigio, se enfrentaba a numerosos e importantes escollos como la poca eficiencia y peligrosidad del transporte de corriente continua o la limitada potencia de sus generadores. El éxito de la electricidad era el mayor enemigo del sistema de corriente continua de Edison.
La primera central diseñada por Edison, Pearl Street, se estableció en Nueva York en 1882. Su tamaño era enorme pero solo podía suministrar energía a una superficie de unos 3 kilómetros cuadrados.
En esos primeros años fue el modelo a seguir para producir energía en las pioneras ciudades europeas y de EEUU que contaban con hogares e industrias que habían acogido con entusiasmo desbordado la energía eléctrica. Solo en Nueva York, Edison llegó a tener hasta 22 de esas centrales a finales de 1885.
La demanda de electricidad crecía a un ritmo que necesitaba de centrales de más potencia, capaces de proporcionar voltajes diferentes según la industria (y que hasta entonces necesitaba de líneas separadas para cada voltaje) y con una eficiencia en el transporte a grandes distancias. Los promotores de cambiar a corriente alterna y el propio Edison lo sabían. Un joven Nikola Tesla, serbio que estaba trabajando para la empresa de Edison en Europa, también. Y tenía la solución.
Dos genios opuestos
El gran imperio que Edison estaba iniciando cada vez resultaba menos adecuado conforme el potencial mercado crecía. Edison era consciente de ello y cuando un joven serbio de 28 años llegó a la ciudad procedente de Paris y con una carta de recomendación, nada volvería a ser igual para ninguno de los dos genios.
Nikola Tesla arrancó su aventura en la compañía de Edison como ingeniero. Su tarea más destacada casi parecía una trampa: mejorar el sistema de corriente continua, especialmente en lo concerniente al transporte de la misma a grandes distancias. Tesla, con sólidos conocimientos teóricos y muchas ideas previas alrededor del uso de la corriente alterna, no tardó en encontrar una solución al problema de las centrales de corriente continua.
Esa facilidad para encontrar sin ensayo-error la solución a un problema (el método con el que Edison había logrado sus grandes inventos) y que Tesla propusiera cambiar lo que Edison había defendido hasta entonces (y en lo que tanto había invertido), no sentó nada bien a Edison, que además parece ser que ofreció una inmensa recompensa para la época (50000 dólares) a Tesla cuando le realizó el encargo y luego le negó. Tesla abandonó decepcionado su trabajo en la compañía de Edison.
La guerra de las corrientes
Pero el joven serbio no cejó en su empeño de imponer la corriente alterna como estándar para llevar electricidad a cada hogar, calle y fábrica de EEUU primero, y el resto del mundo después.
Frente a la corriente continua todo parecían beneficios: los cables podían ser más finos y por lo tanto usar menos cobre (lo que abarataba el coste final de esa energía), eficiencia en el transporte a grandes distancias, posibilidad de elevar o reducir la tensión con subestaciones … Era lógico que para Tesla fuera muy sencillo encontrar aliados para plantar cara a Edison.
Sin embargo hasta la llegada del empresario George Westinghouse, Tesla solo había logrado escarceos con pequeños inversores para desarrollos concretos o estudios para mejorar sus patentes, algunas de las cuales perdió al haberlas cedido a las empresas que montaba con sus socios. Su particular forma de ser no le ayudaba en los negocios, en los que no parecía tener especial interés más allá de mejorar sus máquinas y sistemas de producción de energía.
La buena noticia para Tesla es que el dueño de la compañía The Westinghouse Corporation sí que era consciente de lo que suponían las patentes de corriente alterna de Tesla tras asistir algunos de sus ingenieros a demostraciones del motor de inducción por corriente alterna creado por el serbio en una anterior compañía. Era 1888 y acababa de empezar la guerra de las corrientes.
Para facilitar el crecimiento de la empresa, The Westinghouse Corporation compró las patentes de Tesla y le trató como una estrella, con sueldo desproporcionado para la época además de un plus de casi 3 dólares por cada caballo de fuerza que los motores de corriente alterna pudieran mejorar gracias a la labor de Tesla.
En poco tiempo la competencia de Edison basada en la corriente alterna comenzaba a sonar con fuerza entre los consumidores y empresas. Y a tener éxito, con numerosas centrales. Edison no se iba a quedar parado.
Una silla eléctrica con corriente alterna
Si hay un adjetivo que se puede asociar perfectamente con la guerra de las corrientes ese es sucia. Desde el primer momento Edison no dudó en basar su defensa de la corriente eléctrica en el miedo de la gente a morir electrocutada. Las elevadas tensiones a las que se transportaba la corriente alterna le proporcionaban una base a explotar en medios de comunicación y entre una población que lo tenía por un inventor reputado.
Para transmitir entre la población esa idea de que la corriente alterna era más peligrosa Edison contó con un gran aliado: Harold P. Brown. Este electricista fue el promotor de la silla eléctrica con la que hacía terroríficas demostraciones, curiosamente recurriendo a la corriente alterna. Decenas de animales, entre ellos caballos, sufrieron descargas de corriente alterna para dejar claro ante la opinión pública que se trataba de un peligro mortal.
Brown realizaba esas demostraciones en instalaciones de las empresas de Edison y finalmente se descubrió que era el propio Edison quien apoyaba también económicamente a Brown. Y haciendo trampas con los voltajes y corrientes.
Finalmente la silla eléctrica con corriente alterna acabo siendo adoptada por el estado de Nueva York como nuevo sistema de ejecución de condenados a muerte. Era el año 1890 y la ejecución fue un completo desastre por el sufrimiento que generó en el reo.
6000 voltios para Topsy, la elefanta electrocutada por Edison
La serie de demostraciones auspiciadas por Edison no se limitaron al apoyo de la silla eléctrica con corriente alterna. El espectáculo solo acababa de comenzar. En la ciudad de Nueva York eran también habituales las descargas y espectáculos en los que Tesla trataba de defender su corriente alterna sometiéndose él mismo a ella.
Pero la cima de la guerra de las corrientes llegaría en 1903. En el zoo Luna Park de Coney Island una elefanta, Topsy, había atacado y aplastado a tres cuidadores y el estado de Nueva York decidió acabar con ella. Edison no tardó en proponer a la energía alterna como la asesina más adecuada.
Frente a las cámaras del propio Edison, Topsy moría ese día electrocutada por una descarga de más de 6000 voltios.
La gran victoria de Tesla: la exposición universal de Chicago
Ese último intento de Edison por dar mala imagen de la corriente alterna se produjo después de que ya hubiera perdido la guerra contra la corriente alterna de Tesla y Westinghouse. La fecha clave fue el 1 de mayo de 1893 cuando el presidente Cleveland encendió las 100.000 bombillas de la Feria Mundial de Chicago, alimentadas todas ellas por corriente alterna.
El concurso para proporcionar energía a esta exposición universal lo había ganado Westinghouse, cuyo presupuesto y fiabilidad fueron mejor opción para el gobierno que la presentada por General Electric, empresa que contaba con las patentes de Edison.
Tres años después la corriente alterna consolidó su golpe definitivo a la corriente continua con la adjudicación de la construcción de la gran central hidroeléctrica del Niágara. La segunda gran derrota de la corriente continua de Edison. Ya no había vuelta atrás.
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La noticia Electrocutar elefantes para ganar una guerra o cómo todo valía en la lucha entre Tesla y Edison fue publicada originalmente en Xataka por Javier Penalva .
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