1997, Idaho Falls, Estados Unidos. Nathan Zohner tiene solo 14 años, pero acaba de conseguir que su clase vote a favor de prohibir el agua. Primero en el Instituto y, a medio plazo, si se puede, en el país entero. Sus compañeros de pupitre son personas inteligentes, capaces, estudiantes avanzados de química y biología. Muchos de sus padres son ingenieros del Idaho Nuclear Engineering and Environmental Laboratory.
Y lo mejor de todo es que Zohner lo ha conseguido sin demasiado esfuerzo, con el profesor delante y por un 86% de los votos: durante su exposición solo ha planteando hechos científicos probados e indiscutibles. No ha dicho ninguna mentira. De hecho, por no proponer, ni siquiera ha propuesto la prohibición: sencillamente ha preguntado qué era lo que les parecía razonable hacer ante este asunto. Y lo razonable era, claramente, prohibirla.
El peligroso, pero desconocido monóxido de dihidrógeno
Zohner no había inventado nada. Navegando por Internet había encontrado un pequeño panfleto llamado el “Monóxido de dihidrógeno: el asesino misterioso”. El panfleto se había redactado en la Universidad de California, Santa Cruz un puñado de años antes y, en él, se recogían algunos datos especialmente preocupantes del peligroso (pero casi desconocido) monóxido de dihidrógeno.
Un par de pinceladas: esta sustancia contribuye de manera clave a la desertización y la erosión del suelo; cada año se registran varios cientos de muertes por inhalación y, por si fuera poco, una exposición prolongada al monóxido de dihidrógeno en estado sólido puede producir quemaduras y necrosis agudas. Hay mucha cosas más, algunas peores.
El problema (pequeño, ínfimo, insignificante) es que el monóxido de dihidrógeno es agua. Es decir, Zohner solo tuvo que usar un nombre poco conocido y explicar trivialidades como que el hielo hace quemaduras o que la gente se ahoga en las piscinas para que todos se convirtieran entusiastas defensores de la prohibición… del agua.
Esa era la intención de Zohner. Todo aquello era parte de su proyecto para la ‘Feria de Ciencias’ de la ciudad y solo quería saber cuán crédulos somos. Es más, el ‘hoax del monóxido de dihidrógeno’ es una demostración de que se puede manipular la opinión pública sin decir una sola mentira.
Mentiras basadas en la verdad verdadera
A eso, a convencer a alguien de algo erróneo usando argumentos verdaderos, James K Glassman lo denominó 'zohnerismo' y supongo que es una técnica tan vieja como el ser humano. Una versión del 'Agree Denotationally But Object Connotationally' tan popular en ciertos ámbitos de la red. Es decir, estoy de acuerdo con lo que dices, pero no con lo que quieres decir.
Lo bueno del 'hoax del monóxido de dihidrógeno' es que, una vez que hemos revelado el truco, se ve muy fácilmente. Esa facilidad es lo que lo ha hecho relativamente famoso. En 1998, coincidiendo con el primero de abril, un diputado australiano lanzó una propuesta legislativa para prohibirlo en todo el país. En 2002, se acusó a la empresa de aguas de Atlanta de que el sistema contenía el sospechoso monóxido de dihidrógeno, pero los responsables de la compañía explicaron a los medios que el agua de la ciudad no tenía más monóxido del que permitía la ley.
Y así se ha convertido en una broma recurrente. Una que en pleno debate sobre las ‘fakes news’ no está de más recordar. Porque la verdad es algo mucho más elusivo y complejo de lo que parece y, para acercarnos a ella, hemos de trabajar mucho. Siempre es bueno recordar que esto de querer prohibir el agua es algo que nos puede pasar a todos.
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La noticia El chico de 14 años que consiguió convencer a todos de que prohibir el agua era una buena idea fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .
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