Trabajar en casa parece el sueño de muchos. La panacea. Pero es algo que no todo el mundo puede permitirse, algo que muy pocas empresas ofrecen en España. Y es que nuestro país está muy por debajo de la media europea: apenas un 6,7% de los empleados ejerce teletrabajo.
Aunque, ojo. Porque el trabajo en remoto tiene sus aristas, sus más y sus menos. Es mucho más que trabajar en pijama por simple placer. Hay quién no elegiría esta manera de trabajar, y quién la defiende a ultranza.
Precisamente, nosotros hemos charlado con tres personas que han encontrado en el trabajo en remoto la mayor de sus “suertes” laborales. Han encontrado no la mejor, sino la única manera de trabajar. Personas a las que habría que ofrecerles el oro y el moro por volver a pisar una oficina.
Tres mujeres “radicales del teletrabajo” (aunque prefieren definirse simplemente como acérrimas defensoras) de tres sectores muy distintos. Una trabajadora de Google. Una madre que buscó la manera de poder cuidar de su pequeña montando su propio estudio de sonido en casa. Una traductora que ha encontrado la fórmula perfecta de desarrollar su carrera profesional desde su rinconcito.
Tres mujeres cuyo hogar es también su puesto de trabajo. Y no lo cambian por nada.
¿Quién hay detrás de estas teletrabajadoras? La (breve) historia de tres mujeres
Violeta Delgado es coordinadora de marketing en un proyecto de Google y tiene 31 años. Nació y creció en Barcelona aunque ahora reside en Sofía, Bulgaria, desde hace 2 años y medio.
Estudió comunicación y marketing y, sí, trabajó durante un tiempo en el sector retail en Barcelona, con un horario completamente “al uso” de lunes a viernes. Nunca se había planteado trabajar desde casa hasta que, poco a poco, comenzó a ver que era un mundo de lo más atractivo.
Hemos conocido también a María Rivero, traductora italiano <> español y redactora de contenido digital. Nació en Salamanca, se licenció en Filología Italiana y vivió en varias ciudades de este país.
Trabaja en casa desde octubre de 2012 aunque su primer trabajo fue en “oficina”, impartiendo clases de italiano y español para extranjeros en una academia de idiomas. Ahora, no lo cambia por nada.
Por último, hemos hablado con Silvia Torrico, 31 años, de Madrid. Licenciada en Comunicación Audiovisual, fue dando “tumbos” por diferentes productoras, formándose de diferentes maneras una vez acabada la carrera. Hasta que decidió ser madre. Y fue entonces cuando quiso hacer de su casa su único e insustituible lugar de trabajo a través de FlycaseMedia.
Google, sonido, traducción y redacción: tres perfiles distintos con muchas similitudes
Tres perfiles completamente diferentes pero con muchas similitudes. Y es que el teletrabajo puede llegar por casualidad o por predisposición, por conciliación. Como comentábamos en el caso de Silvia, decidió junto con su marido (también locutor y doblador) montar un estudio de sonido en su propia casa.
“Como queríamos formar familia, esa sería la mejor manera de compatibilizar mi trabajo con ser mamá. Así que eso hicimos, nos liamos la manta a la cabeza: montamos el estudio en casa y nos quedamos “embarazados”, recuerda.
En el caso de María y Violeta, llegaron al "mundo" del teletrabajo más por pura casualidad que por empeño. Pero ahora tienen motivos más que suficientes para mantenerse trabajando de manera remota de forma indefinida. Probablemente para siempre.
Violeta, trabajadora de Google, comenzó siendo parte del equipo de Business View, y dentro de ese proyecto tenía un horario flexible. Pero como no tenían portátiles (increíble pero cierto) tenía que ir cada día a la oficina. Sin embargo, pese a estar en Bulgaria, su mercado era España y América Latina. Algo que comenzó a hacerle plantearse ciertas cuestiones.
“Vi que en otros proyectos tenían laptops, y que la gente no siempre estaba allí, pero seguían trabajando. Al no estar viviendo en mi país, me pareció una muy buena solución para mi situación personal, el no tener que estar siempre en Sofía atada por el trabajo”, nos cuenta.
Así que comenzó a pensar que si ella también alcanzaba esos proyectos, podría trabajar algunos días desde Barcelona para estar con su familia o para no tener que gastar días libres si tenía que hacer alguna gestión en su ciudad.
“Los proyectos con “home office”, se correspondían a posiciones más altas, así que he trabajado durante dos años para poder tener esta facilidad”. Y lo ha conseguido.
Charlando con María, creadora del blog Sobrevivir a Trabajar en Casa, ella nos cuenta que al principio sus oportunidades laborales como traductora no eran muchas. Ella comenzó en el trabajo desde casa como algo temporal, a la par que buscaba algo estable. ¿Convenciones sociales? Puede ser.
Sea como fuere, María supo aprovechar la experiencia que había adquirido en las tareas de soporte y apoyo en algunas empresas para comenzar a buscar nuevos clientes por su cuenta, sentada en el sillón de su casa.
“El resultado fue mejor de lo que esperaba y empecé a tener trabajo de forma continua. Desde entonces trabajo en casa, hay temporadas de alta demanda y otras más flojas, pero nunca me han faltado proyectos, ni ingresos a fin de mes”, reconoce satisfecha.
“Solo veo ventajas a trabajar desde casa”
Independientemente de cómo llegaron hasta aquí, hasta el teletrabajo, la realidad es que ahora prácticamente lo único que ven son ventajas. Y por eso es tan complicado que vuelvan a tener un puesto de trabajo “al uso”.
La principal ventaja para Silvia Torrico, lógicamente, es estar su hija. Puede disfrutar de ella al 100% sin tener que renunciar a su vida laboral.
“A los 20 días de nacer mi hija yo ya estaba trabajando, de hecho tengo fotos muy graciosas con mi bebé recién nacida encima de mí mientras yo estaba grabando en el estudio o haciendo la postproducción de sonido de algún proyecto”, nos cuenta.
Otra de las ventajas que Silvia destaca del teletrabajo es que puede elegir los proyectos en los que realmente quiere trabajar. Ella gestiona su trabajo y puede elegir aquello que realmente le compense, tanto económica como creativamente. “Además, no tengo que lidiar día a día con compañeros de trabajo”, apunta.
Violeta interviene y es tajante: “Sólo veo ventajas. Siento que mi empresa confía en mí, y me dan opciones que hacen mi vida más fácil. Así trabajas con muchas más ganas y motivación, mucho más que en una empresa en la que no te valoran, o en la que te sientes atado en cierto modo”, comenta.
Y precisamente esa sensación de no sentirse atado, de tener libertad, es también la mayor ventaja que tiene el teletrabajo a ojos de María. “Me gusta poder elegir a empresas y clientes con los que trabajo. Disfruto mucho del proceso de captación de nuevos clientes, las negociaciones iniciales, el cálculo de presupuestos…”, nos cuenta.
También la libertad para viajar y organizar viajes. El teletrabajo le permite olvidarse de escapadas de fin de semana, ya que se lleva el portátil y trabaja donde sea.
“De hecho, he trabajado estando de vacaciones en Roma, en París o en Santander. Por las mañanas, trabajo; por las tardes, visitas turísticas”.
¿Qué tendrían que ofrecerte para volver a trabajar en una oficina?
Con todas estas ventajas, nos preguntamos (y les preguntamos a ellas) qué tendrían que ponerles sobre la mesa para volver a trabajar en una oficina. Dejar su casa y volver a acudir, cada día, a un puesto de trabajo fijo.
Violeta asegura que quizás, algún día, podría volver a aceptar un trabajo de oficina “estático”… pero las condiciones, o el plan de carrera, tendrían que ser realmente muy buenos. “Por un salario un poco más alto, sin más, no me sale a cuenta perder esta comodidad”, sentencia. Vamos, algo complicado.
María reconoce que ya se ha acostumbrado a un tipo de trabajo que denomina por “tareas y objetivos”. Asegura que en una oficina hay que calentar la silla porque hay que cumplir horarios, mientras que ella tiene un proyecto y una fecha de entrega, de tal manera que organizarse su tiempo es cosa suya con tal de que en la fecha indicada el cliente tenga lo pactado.
“¿Qué empresa podría ofrecerme esa libertad y esas ventajas? Quiero decir, que no se trata solo de flexibilidad horaria, sino también de calidad de vida y de ahorro en dinero y en tiempo”, se plantea.
Silvia lo único que busca es libertad de horarios para poder compatibilizar su trabajo con su vida personal, con su bebé.
“Eso a día de hoy en cualquier empresa resulta muy complicado. Para que yo volviese a una oficina, tendrían que ofrecerme una flexibilidad horaria continua”. Esa es su única exigencia.
Un día teletrabajando: “mi bebé gatea a mi alrededor mientras yo trabajo”
No podíamos pasar con estas tres profesionales de diferentes sectores, sin preguntarles cómo se organizan en un día normal trabajando desde casa. Dónde tienen su pequeño lugar de trabajo (si es que tienen uno fijo). A qué hora se levantan. A qué hora dejan de trabajar.
En el caso de Silvia, su estudio de sonido está en la planta inferior de su casa, donde tienen una cabina de grabación y un control. “Mi bebé gatea a mi alrededor mientras trabajo”, nos comenta divertida.
Su marido y ella se organizan la agenda semanal para compatibilizar el trabajo y cuidar de su hija. “Desde que somos padres, hemos aprendido a ser mucho más productivos de lo que ya éramos”, asegura.
En cuanto a horarios, reconoce no tener uno fijo, si no que depende más bien del proyecto en el que esté trabajando y la carga de trabajo que tenga. Así, cada día es distinto.
Silvia se organiza de una forma completamente opuesta: tiene unos horarios completamente marcados. Se levanta a las 8 y media, hasta las 10 o 10 y media no comienza a trabajar, para a las 3 a comer y continúa hasta las 7 o 7 y media. Así, cada día.
“No parto el día o la faena con “recados”, no me gusta dividir el trabajo, y pienso que no es bueno para el rendimiento, aunque creamos que no afecta. Intento trabajar 8 horas seguidas, parando una para comer, tal cual lo haría en la oficina”, nos explica. Eso sí, no tiene un lugar de trabajo marcado. Asegura que con una mesa y su portátil, es más que suficiente.
En cuanto a la forma de tomarse el teletrabajo de María, llama nuestra atención que ella misma hasta se pone horario de invierno y de verano. Tal cual.
“Necesito horarios y zona de trabajo, y soy muy estricta al respecto. A pesar de la libertad creo que los horarios y las rutinas ayudan a hacer más llevadero el día a día trabajo en casa. ¡Hasta tengo horario de invierno y de verano!”.
Horarios que asegura son necesarios para separar vida y trabajo en el hogar, para que su entorno tenga referencias de cuando estará disponible, pero también para que las empresas sepan que cierra a una hora y que hasta el día siguiente no está disponible.
Definirte como “radical del teletrabajo”
Antes de acabar y después de todo esto que nos han contado, queríamos preguntarles si se definirían como una especie de “radicales del trabajo”.
Y aunque las tres comentan que es una palabra un poco fuerte, reconocen ser unas acérrimas defensoras a las que es ya prácticamente imposibles sacarlas de este modo de vida que han adoptado.
“La verdad, es que estoy encantada trabajando en casa y tendrían que ofrecerme un buen puesto para que deje mi estudio y mi proyecto. Tenía muy claro que quería ser mi propia jefa y gestionar (junto con mi marido que también es mi socio) mi propio trabajo. Y eso es lo que hago, organizo mi tiempo entre mis proyectos y mi bebé”, cuenta Silvia.
Violeta se refiere al ámbito empresarial y asegura que hoy en día todo está descentralizado. “Puedes tener tu oficina en una ciudad, pero a lo mejor tu mercado final está en otro país. ¿Qué sentido tiene entonces, estar atado a una oficina? Sólo son costes estructurales para las empresas… En muchos casos, el trabajo de los empleados, no va ligado a su ubicación”, sentencia.
María dice que no se puede ni siquiera imaginar volviendo a una oficina y fichando todos los días. “No sé si podría renunciar a trabajar en casa, la flexibilidad y la comodidad son adictivas”.
Quién lo diría: adicción al (tele) trabajo.
Imágenes: Silvia Torrico, María Rivero, Violeta Delgado
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La noticia No acepto ningún trabajo de oficina: he decidido trabajar el resto de mi vida en remoto fue publicada originalmente en Xataka por Vanesa Matesanz .
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