sábado, 22 de julio de 2017

Un algoritmo me cambió la vida (para bien)

Bely Basarte 5

Imagina un algoritmo capaz de imitar tu voz y suplantar tu identidad hasta el punto de que tu madre creyera que está manteniendo una conversación telefónica contigo. Imagina un mundo hecho a medida donde los algoritmos limitasen lo que vemos, leemos y escuchamos a nuestros propios gustos, aislándonos de lo demás. Imagina una realidad en la que Donald Trump ganara las elecciones ayudado, en cierto modo, por el algoritmo de Facebook.

Este mundo no es una distopía, sino el presente. En los últimos años, la evolución tecnológica ha sido vertiginosa y los algoritmos desarrollados imperan detrás de la tecnología que usamos en el día a día. Mediante ellos, Google nos muestra los anuncios que más podrían interesarnos, Spotify nos recomienda canciones, y nuestra web favorita de viajes nos sugiere destinos para el próximo verano. La "burbuja de filtros" (filter bubble) nos empieza a absorber.

Esta omnipresencia de los algoritmos y la imparable transformación digital puede provocar cierto miedo y aversión, sobre todo cuando salen a la luz noticias relacionadas con algoritmos injustos, racistas y machistas. Sin embargo, también hay mucha luz en el túnel: la combinación de los algoritmos con la tecnología no solo nos hace la vida más fácil, sino que también nos brinda oportunidades que hace años no podíamos ni imaginar.

De cantarle al algoritmo de YouTube a cantar en La Bella y la Bestia

Belén Basarte, más conocida como Bely, nació en Madrid, tiene 25 años y ha dado voz a Bella en las canciones del último remake de Disney. Casi nada. A este hito llega después de muchos años de trabajo y esfuerzo detrás de su propia cámara, grabando vídeos para su canal de YouTube cuando aún no la conocía nadie. Ahora tiene casi 400.000 seguidores en esta red social, un EP y muchos sueños en camino.

“Empecé en casa cantando delante del portátil o del móvil. Me encantaba, pero no me atrevía a hacerlo público, así que me abrí una cuenta en YouTube con un pseudónimo”, dice Basarte. Mientras estudiaba Administración y Dirección de Empresas, y animada por las buenas críticas que recibía en sus primeros vídeos, en 2010 comenzó su actual canal con su nombre artístico, Bely Basarte.

“Lo maravilloso fue que empezó a verme gente que no me conocía de nada y que me empujaba a seguir”, afirma la cantante que, tras graduarse en la universidad, decidió apostar por la música y confiar en una ventana que en ese momento aún empezaba a despuntar. Se volcó de lleno en su canal y comenzó a subir canciones todas las semanas.

Bely Basarte 3 Bely Basarte durante su concierto acústico en 2016 en la sala MobyDick, en Madrid.

“La gran sorpresa fue que, aunque empecé haciendo covers en inglés, me llegaban muchísimas visitas de España. Yo no hacía nada especial para que me encontraran, solo ponía los títulos referenciando al cantante y a la canción original”, explica Basarte. “Eran los propios algoritmos de YouTube los que, al ver que yo era de España, direccionaban mis vídeos en sus buscadores a público español”, detalla.

Esta plataforma de vídeos, que utilizan al día cientos de millones de usuarios, pertenece a Google, y tras ella hay algoritmos de búsqueda y de recomendación que el gigante de internet mantiene en su mayor parte en secreto; aunque se conocen algunas claves. “YouTube utiliza el título, la descripción y las etiquetas del vídeo para extraer las palabras relevantes del mismo. La posición en la que aparece en la lista cuando un usuario hace una búsqueda depende del algoritmo de ranking”, explica Santiago Pina Ros, ingeniero de software en WhatsApp. “Uno de los objetivos de este algoritmo es mostrar primero los contenidos de mayor calidad, y para eso utiliza factores como el tiempo que los usuarios pasan viendo los vídeos”. El público de la cantante se quedaba pegado a su voz y a la pantalla.

Al ir adentrándose en YouTube, Basarte fue conociendo más sus entresijos, la posibilidad de monetizar los contenidos, cómo suben las visitas si la gente los comparte… y el crecimiento se hizo exponencial. “Me di cuenta de que, poco a poco, podía ganarme la vida con lo que al principio era una afición”, dice la cantante. Gracias a la relevancia y al posicionamiento que le dio su canal, la madrileña llamó la atención del equipo de La Bella y la Bestia, y finalmente fue la seleccionada. “YouTube es mi tarjeta de visita”, concluye.

Historias suspendidas en la red

Mercedes Pinto 2 Mercedes Pinto dejando sus huellas en el Paseo de la Fama de la Literatura, en Barcelona.

Los algoritmos que hay detrás del mundo digital son quienes me han proporcionado un sueldo y me han permitido dedicarme a lo que me gusta”. Así habla Mercedes Pinto Maldonado, escritora granadina que trató de estudiar medicina, pero tuvo que rendirse a la evidencia de que su verdadera pasión, desde siempre, era escribir.

Así que se puso a ello. “Cuando tenía algunas novelas terminadas, empecé a llamar a la puerta de varias editoriales; o no contestaban o me decían que no”, explica. Entonces, decidió dar el salto a la red, y fue publicando gratis y por entregas una de sus novelas en su blog. “Tuvo muchísimo éxito. Empecé sin ninguna fe, pero empezó a visitarme cada vez más gente. Aquello crecía muy rápido, y yo no sabía por qué”.

En ese momento, Amazon acababa de aterrizar en España, y Pinto decidió subir a este portal su novela y autopublicarse. “Se puso en el número uno a los tres meses, y estuvo en los más vendidos de España, Alemania y Francia durante dos años. De repente, empecé a ganarme la vida con mis historias”, indica la escritora. ¿Cómo?

"Las editoriales me decían siempre que no. En Amazon logré estar la más vendida en España, Alemania y Francia durante dos años."

El funcionamiento del algoritmo de Amazon es confidencial (desde la compañía se niegan a dar información), pero los expertos coinciden en el peso de las ventas y de las valoraciones de otros usuarios. La experiencia de Pinto lo corrobora. “Los seguidores de mi blog eran una pequeña masa crítica que fue directa a Amazon a comprar mi novela, y esto hizo que el algoritmo me pusiera inicialmente en una buena posición. Esta visibilidad te hace estar en un escaparate, y que gente que no te conoce adquiera tu libro”, explica. “También influyeron los buenos comentarios que dejaban los usuarios en Amazon y la puntuación que le daban a la novela; los lectores son el mejor algoritmo de recomendación”.

Actualmente, Pinto tiene once novelas publicadas y dos en camino. Ha vendido más de 60.000 ejemplares de sus obras 'Maldita' y 'Cartas a una extraña', y sus libros han sido best seller en varios países. En 2015 fue finalista del Concurso de Autores Indies, tras lo que firmó con Amazon Publishing, el brazo editorial de Amazon, y el pasado Sant Jordi dejaba sus huellas y sus letras en el primer Paseo de la Fama de la Literatura organizado por la compañía. Algunos sueños se cumplen.

La suerte del principiante que supo escoger un buen nombre

Estores Baratos Trabajadores de Estoresbaratos.com en la oficina de la empresa, que no ha dejado de crecer.

“Los avances tecnológicos crean nuevas oportunidades para los negocios, y siempre viene bien entender los algoritmos que hay detrás”, opina Santiago Pina Ros. “Por ejemplo, si logras que tu empresa aparezca de las primeras en Google para determinadas búsquedas, tu número de clientes va a incrementarse sin duda”.

Esto es lo que consiguió, un poco por intuición y un poco por azar, Fernando Otero Rubirosa. Carpintero de profesión, sin muchas nociones iniciales de tecnología, decidió abrir una página web de cortinas en vista de que la crisis estaba sacudiendo su sector. Empezó como algunos de los más grandes: en el garaje de su casa, en Pontevedra. “Pensé que era un mercado interesante y difícilmente accesible para todo el mundo, con lo cual no tendría demasiada competencia en el futuro”, explica. “Al principio, no sabía muy bien qué estaba haciendo porque yo venía del mundo offline, así que fui dando palos de ciego como un elefante en una cacharrería”. Pero con uno de aquellos palos acertó de lleno.

Otero escogió un dominio resultón y con gancho: estoresbaratos.com. Este nombre único que identifica a un sitio web es muy relevante para el algoritmo de búsqueda de Google, y así empezaron a llegar los clientes. “Todo lo que derive de estores baratos, como persianas, venecianas de aluminio o cortinas verticales baratas, te dirige a mi página”, dice el empresario. Esto es así porque una de las fases del algoritmo consiste precisamente en recopilar palabras. “Google recoge las páginas durante el proceso de rastreo y, a continuación, crea un índice, para saber exactamente dónde tiene que buscar. Al igual que el índice del final de un libro, el de Google incluye información sobre las palabras y dónde aparecen”, explica Pina Ros.

"Todo lo que derive de estores baratos, como persianas, venecianas de aluminio o cortinas verticales baratas, te dirige a mi página"

La web de Otero ocupa un lugar destacado en ese índice. Cuando empezó en 2010, había cuatro o cinco tiendas online de venta de estores en España. A día de hoy, hay más de 250 y estoresbaratos.com se mantiene aún en las primeras posiciones. “Los expertos dicen que Google también tiene en cuenta la antigüedad del dominio para clasificar las webs, por lo que nuestros siete años de presencia en la red ayudan”. Según la herramienta SEMrush, son los terceros por tráfico y ventas dentro del sector con 2.800 palabras clave.

Un buen dominio, un buen producto, un buen precio y mucho trabajo le permitieron crecer. “Las ventas no eran desmesuradas, pero como se trataba de un nicho poco explotado y que ofrecía precios bajos comparados con las tiendas físicas, tuvo tirón. Pude profesionalizarme y dejar la carpintería”, indica Otero. Con los años, ha invertido en herramientas de posicionamiento y en Google AdWords para afianzarse y lograr un éxito aún mayor. “No fue de un día para otro, pero, poco a poco, el algoritmo de Google me cambió la vida”. Para bien.

En Xataka | Ahora podemos ver cómo 'piensa' un algoritmo

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La noticia Un algoritmo me cambió la vida (para bien) fue publicada originalmente en Xataka por Patricia Ruiz Guevara .



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