Las imágenes cortan el aliento. Se ven cuerpos inmóviles, charcos de sangre, gente llorando rodeando a las víctimas. Y eso es solo uno de los vídeos de la matanza de las Ramblas que circulan por ahí. Hay muchos más. Y fotos y audios y tweets y periscopes. ¿Cómo es posible que ante esas circunstancias haya gente que se ponga a grabar? ¿Por qué no ayudan?
No es la primera vez que ocurre. La historia lleva décadas mostrándonos casos y la psicología lleva años investigándolos. Aunque nos cueste entenderlo, es común que ante una catástrofe, una masacre o una emergencia, las personas se bloqueen, no reaccionen y se conviertan en meros espectadores. No es una cuestión de moral, es una cuestión de nuestra psicología.
El efecto espectador
El último lunes de mayo de 2011, Raymon Zack, de 53 años de edad, se internó en la playa de Alameda en California. Nadie sabe por qué, pero se quedó quieto a 137 metros de la costa, con el agua al cuello. Durante la hora siguiente la policía, los bomberos, los guardacostas y decenas de bañistas y ciudadanos de Alameda permanecieron en el borde de la playa sin hacer nada. No hicieron nada.
Ni en ese momento, ni después cuando, fruto de la hipotermia, Zack se desmayó y su cuerpo comenzó a flotar hacia la orilla. No hicieron nada hasta que una mujer joven lo sacó del agua cuando ya estaba muy cerca de la orilla.
Aquello conmocionó a Estados Unidos y las fotos de Zack en medio de aquella playa aún se pueden rastrear por Internet. Y este es sólo uno de los últimos (y más conocidos) casos de lo que los psicólogos llaman "efecto o apatía del espectador".
Hasta en un 65% de las emergencias
En 1964, los medios publicaron la historia del asesinato de Kitty Genovese, una joven que recibió un incontable número de puñaladas mientras 38 vecinos miraban desde su casa. Ninguno llamó a la policía.
Ahora sabemos que el relato que hizo la prensa del caso Genovese no fue preciso, pero el impacto que provocó en la opinión pública hizo que John M. Darley y Bibb Latané realizaran una larga serie de experimentos en 1968. Ahí descubrieron uno de los fenómenos más corroborados (y replicados) de la psicología social: que cuánto más gente hay, menos propensos somos a intervenir (y más tardamos en hacerlo).
No es un hecho nada aislado. En 2008, Timothy Hart y Ternace Miethe utilizaron la base de datos de todos los crímenes que se habían cometido en EEUU y encontraron que, en los últimos cinco años, el "efecto espectador" había estado presente en un 65% de los crímenes violentos. Es decir, en más de la mitad de los crímenes había personas que no ayudaban a las víctimas. En un 65%.
Las trampas del momento
Es coherente con lo que sabemos. Las conclusiones a las que llegaron Darley y Latané a finales de los 60 fueron que hay cinco características que activan el "efecto espectador": a) que las emergencias impliquen un daño real, b) que sean inusuales y raras, c) que no esté muy claro cómo podemos ayudar, d) que no las podamos predecir y e) que requieran una acción inmediata. Punto por punto el tipo de emergencia que se vivió en las calles de Barcelona.
Hay muchos factores que influyen como la cohesión social y el sentimiento de pertenencia, la cultura de los espectadores o la difusión de la responsabilidad. Un lugar lleno de turistas y con policías y ambulancias es un sitio perfecto para ver este tipo de reacciones.
La investigación de las últimas décadas se ha centrado, precisamente, en averiguar cómo podemos disminuir ese efecto. Y hemos descubierto cosas interesantes sobre el diseño de espacios, el desarrollo de protocolos y el trabajo educativo. Hemos mejorado. No obstante, las emergencias, los ataques y los crímenes (cuando se producen) tienen un componente consustancial: nos suelen pillar desprevenidos
"No hacer nada" frente a "Grabar vídeos y hacer fotografías"
En los últimos años, sin embargo, el 'efecto espectador' ha cambiado. Estábamos habituados a que los afectados por esta apatía no hiciera nada, asumieran el rol de espectador literalmente hablando. Ahora ya no así.
Lo que vemos en años recientes es que ante una emergencia de este tipo la reacción es grabar, fotografiar y escribir en redes sociales. A veces, hay un componente de 'periodismo ciudadano', una sensación de 'tener que contar lo que estamos viendo', una voluntad de 'contribuir a que el mundo vea el horror en el que estamos'.
Este impulso es el que ha alimentado decenas de debates sobre el papel (y la ética) del fotoperiodismo. La famosa foto de Kevin Carter y la niña con el buitre es quizá el mejor ejemplo de ese debate entre contar la realidad y auxiliar al que lo necesita.
Es un debate interesante, pero lo que nos dicen los expertos es que no es lo que mueve la inmensa mayoría de casos que estamos viendo. El hecho de grabar, fotografiar o escribir es el reflejo de que hemos cambiado como espectadores y ese cambio va con nosotros.
Decía antes que la cultura influye significativamente en cómo reaccionamos. Hoy por hoy, como explicábamos cuando hablábamos de los selfies en los monumentos al horror, nuestra forma de ver y experimentar el mundo está muy vinculado a los teléfonos móviles, los vídeos y las fotografías. Así es como somos los espectadores de hoy en día y así es como respondemos ante el 'efecto espectador'.
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La noticia Cuando rodeados de heridos de un atentado terrorista hay quien se pone a hacer fotos y grabar vídeos fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .
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