La órbita terrestre es un lío descomunal. En los últimos años, más de 1300 satélites activos rodean la tierra mientras sortean decenas de miles de piezas de satélites muertos, cohetes perdidos y, en general, toneladas y toneladas de basura espacial. Allí, sobre nuestras cabezas, hay un gigante vertedero que no ha hecho más que crecer desde los años 60, cuando empezó la carrera espacial.
Pero eso no sería un problema si no supiéramos a ciencia cierta que esto no hay hecho más que empezar. Con la privatización del sueño espacial, los satélites enanos (cubesats) amenazan con invadir cada centímetro útil de la órbita terrestre. Y no es una frase hecha: la India lanzó más de cien de una sola tacada en febrero; Rusia, 72 en julio; y, si las previsiones que se han manejado se cumplen, en total este año haberos lanzado casi 500 frente a los 88 del años pasado.
¡Bienvenidos a la era de la basura espacial!
La abundancia de objetos en el espacio cercano no sólo es un problema por los accidentes aislados, sino que es el caldo de cultivo óptimo para el ‘síndrome de Kessler'. Es decir, una reacción en cadena desbocada y exponencial que podría destrozar toda la red de satélites y dejar fuera de juego de un solo golpe la red de GPS, las comunicaciones de medio mundo y todos los satélites meteorológicos que hay allí arriba.
Poca broma, como podemos comprobar. Y, mientras tanto, la Red de Vigilancia Espacial de EEUU, que se encarga de vigilar todo esto, se encuentra desbordada. Se trata de un trabajo casi imposible. La red monitoriza todo lo que se mueve allá arriba, pero no tiene forma precisa de identificar cada objeto, saber a quién pertenece y a dónde va.
Si no podemos limpiar el espacio, habrá que ordenarlo
Para solucionarlo, un grupo de investigación del Laboratorio Nacional de Los Álamos están tratando de desarrollar una “matrícula espacial” (Extremely Low Resource Optical Identifier - ELROI) que nos permita tener a los satélites controlados. La idea es que esa placa-código espacial permita a las autoridades saber qué clase de objeto es el que están mirando, de quién es propiedad, qué piensa hacer y hacia dónde se dirige.
La idea es que cada satélite tenga un patrón propio transmitido por láser siguiendo una suerte de código morse espacial. El sistema (que requiere una serie de telescopios ópticos especialmente dedicados) está ya desarrollado y, a principios de 2018, se lanzará el primer cubesat con esta tecnología.
Si funciona y todo está en orden, arrancará la fase de miniaturización y abaratamiento. En Los Álamos están muy preocupados por el hecho de que un desarrollo demasiado caro de esta tecnología pudiera suponer toda una barrera de entrada que impediría el desarrollo de la floreciente nueva carrera espacial.
Una solución transitoria
Es una buena iniciativa, pero como explica David Palmer, el desarrollador principal de ELROI, esto es solo una solución transitoria. Por mucho que con las matrículas las mejoremos y ordenemos la órbita de la Tierra el crecimiento de este tipo de satélites acabará convirtiendo el piso de arriba en un lugar peligroso.
Hay muchos proyecto para retirar la basura espacial (sobre algunos de ellos ya hemos hablado), pero por ahora no hemos tenido mucho éxito. Lamentablemente. Sea como sea, este es uno de esos problemas que, discretamente y en silencio, ponen en peligro nuestro futuro como "especie interplanetaria".
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La noticia Hay que domesticar el espacio antes de que sea ingobernable y en Los Álamos tienen una idea: el ELROI, la "matrícula espacial" fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .
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