Faltan un par de minutos para que las entradas de un concierto que hará historia se pongan a la venta. Usuarios en diversas partes del país se sitúan frente a sus ordenadores, con varios navegadores abiertos y unas cuantas pestañas mostrando la web donde se podrán adquirir los boletos.
Quedan unos pocos segundos para que los relojes marquen la hora fijada, empiezan a refrescar las páginas, pulsan F5 hasta desgastar la tecla y muchos de ellos verán, en cuestión de minutos, el anuncio de no hay billetes. Porque conseguir entradas para los conciertos más esperados lleva años siendo una misión prácticamente imposible. Bien porque el sistema se satura, la cola virtual es realmente inmensa o las localidades se esfuman como por arte de sospechosa magia.
En otros casos el sold out puede tardar más en llegar, incluso horas. Sin embargo, el final de la historia es bastante similar y decepcionante. Cuando tras mucho intentarlo, armados de suma paciencia, los que quieren ser compradores consiguen acceder a la plataforma y estar en disposición de adquirir una entrada, lo que suelen encontrarse es que las más económicas se han agotado.
Y a veces, aunque se dispongan a adquirir las que han quedado, las más caras, "porque no todos los días vamos a poder escuchar a tal genialidad sobre un escenario", el sistema falla estrepitosamente. Una página que nunca termina de cargar o un error del servidor golpean de frente a unas ilusiones ya maltrechas. ¿Por qué, tantos años después, comprar entradas para un concierto por internet sigue siendo un horror?
Qué sucede para que la compra sea, tantas veces, un verdadero infierno
Al margen de la saturación de portales, más o menos comprensibles en función de la magnitud de la empresa que maneje la venta y su capacidad, usuarios por intuición y empresas del sector por conocimiento de causa suelen señalar como principales responsables de la compra masiva de entrada a los bots. Potentes sistemas automatizados de adquisición de entradas capaces de adquirir miles de localidades en cuestión de minutos.
El objetivo de estos bots es alimentar la lucrativa reventa, dominada por los llamados brokers. Algunas estimaciones mantienen que sitios web secundarios como StubHub y SeatGeek revenden entre el 30 y el 40 % de las entradas para los mejores conciertos del mundo y artistas como Taylor Swift han visto que unos 85 millones de dólares en ingresos por la venta de entradas de sus recitales fueron a parar a manos de los revendedores.
En países como Francia o Italia la reventa, tanto en la calle como por internet, se prohíbe de distintas maneras. Sin embargo, en países como España la legislación se ha quedado obsoleta y no contempla la venta en línea. La legislación española, impulsada para el Mundial de Fútbol de 1982 y sin modificar desde entonces, no permite "la venta y la reventa callejera o ambulante de localidades". La red, por tanto, queda en un limbo.
Esta situación es la que provoca que la reventa en línea no sea perseguida y ese clásico del "vendo boli Bic a 600 euros y regalo entrada para el concierto de U2" no sea necesario: las entradas pueden revenderse sin problemas y de hecho se revenden en los mercados secundarios.
De ahí que una de las principales medidas que reclaman desde la Asociación Nacional de Ticketing, la organización que representa las empresas de reventa en España, sea la eliminación de los bots. El Senado español, de hecho, instó en abril al Gobierno a prohibir los bots que hacen posible la reventa y acordar una posible tipificación penal.
Meses antes, en febrero, el Ministerio de Cultura pidió al de Interior que investigara la reventa de entradas en el concierto de U2. En apenas diez minutos se vendieron las 16.000 entradas para el primero de los conciertos que la banda irlandesa dará en la ciudad de Madrid en septiembre.
No obstante, desde grandes plataformas como Ticketmaster, precisamente la responsable de la venta de entradas para los recitales de U2, "no es nada complicado comprar entradas por internet, de hecho es más sencillo que nunca". Reconocen que en cierta ocasiones "se produce un desequilibrio aguado entre la oferta y la demanda" y dicen que cuentan con la tecnología "que garantiza mayor agilidad en la venta de un hot event".
Además, aseguran invertir anualmente 10 millones de euros en sistema orientados a mejorar la venta de entras e "innovar en la lucha contra los robots y el fraude". Y nos dan cifras: solamente en 2016, Ticketmaster bloqueó 6 billones de intentos de acceso de bots a su web.
En mercados más maduros y curtidos en estas vicisitudes, como el estadounidense, las iniciativas en contra de la reventa más cuestionable son habituales y las sanciones a los brokers tienen lugar desde hace tiempo.
El fiscal general de Nueva York, hace dos años, sancionó a seis de estas compañías expresamente dedicadas a comprar y vender entradas en los diferentes mercados, que por supuesto usaban bots. La oficina del fiscal, además, elaboró un interesante estudio sobre el asunto. A finales de ese 2016, Barack Obama firmó la BOTS Act, una ley federal destinada a evitar estas prácticas y castigar a los especuladores.
Malas prácticas en el mercado primario, preventas y reservas de localidades
El informe del fiscal neoyorquino Eric T. Schneiderman dejaba claras una cuantas conclusiones especialmente reveladoras. La primera de ellas ponía de manifiesto que las entradas no se ponen a la venta por primera vez el día que la mayoría cree. Antes, en semanas o días previos al concierto, los promotores llevan a cabo preventas para algunos elegidos como los miembros de los clubes de fans de los artistas.
Estas ventas previas a la venta general pueden reducir considerablemente el número de localidades disponibles. A ellas hay que sumar, además, las reservas de entradas que pueden hacer los diferentes agentes relacionados, desde los propios artistas a las empresas impulsoras.
El estudio de Schneiderman detectó que, de media, el público general puede acceder a menos de la mitad de las entradas que estaban disponibles originalmente. Además, en eventos especialmente relevantes, ese porcentaje puede reducirse hasta el 15 %. Otro motivo, adicional al de la compra masiva mediante bots, para que las entradas puestas a la venta para cualquiera se agoten en cuestión de minutos.
En la polémica venta de entradas para los conciertos de U2 en España este septiembre Livenation, promotora junto a Doctor Music de los recitales, explicó que el cien por cien de las entradas no saldría a la venta. Por su parte, la Chief Marketing Officer de Ticketmaster España, Celia Carrillo, explica a 'Xataka' que lo que ocurrió fue "que el artista decidió articular dos preventas con el objetivo de que las entradas llegaran a los auténticos fans de la banda".
Las entradas se agotaron en menos de una hora, asegura, por "la alta demanda de las mismas, el ajustado número de entradas disponibles tras las dos preventas realizadas y el altísimo rendimiento de la plataforma [...] capaz de vender un gran número de entradas en muy poco tiempo".
Otra conclusión del informe del fiscal general de Nueva York señalaba que a veces ni los bots tiene que intervenir para que las entradas lleguen masivamente al mercado de reventa. Según el estudio, algunos artistas quieren maximizar sus beneficios y venden las entradas directamente a los brokers. Otros promotores, en cambio, reservan localidades en los mejores sitios de los recintos para llevarlas al mercado secundario a precios todavía más altos. ¿Por qué? Porque es más probablemente que vayan a ser compradas por quienes buscan la mejor ubicación.
Por último, aunque esta práctica no conste como tal en el estudio de Eric T. Schneiderman, recurrentemente se ha señalado a empresas del mercado primario de entradas como responsables de parte de la reventa.
Por ejemplo, en 2016, la asociación española FACUA-Consumidores en Acción denunció a Ticketmaster por revender entradas para un concierto al triple del precio original. La organización señalaba que mientras en la plataforma se indicaba que no quedaban billetes, esos mismos pases volvían a estar disponibles a precios más altos en "su página filial Seatwave". También ese año, pidieron investigar la desaparición de las entradas de un concierto de Springsteen y su inmediata reventa. Una situación que la propia promotora del concierto tildó de "ilegal" y posible "fraude".
Ticketmaster, por su parte, desmiente con rotundidad el desvío de entradas al mercado secundario u otras empresas dedicadas a la reventa. En declaraciones a 'Xataka' se muestran rotundos: "Ticketmaster nunca revende entradas a través de Seatwave".
Explican que la compañía global adquirió la plataforma en 2014, pero remarcan que no vende entradas, sino que "ofrece a los consumidores una herramienta segura para vender sus entradas a otros consumidores". "Estamos a favor de una legislación que garantice la transparencia y luche contra el fraude, tanto en el mercado primario como en el secundario", concluyen.
Dada la opacidad que envuelve la reventa de entradas, una práctica que no es ilegal en países como España, resulta complicado conocer el alcance real de su negocio.
Qué soluciones se están aplicando
Las soluciones más obvias son las que deberían implantar las plataformas de venta oficial directamente contra la actividad de los bots. En forma de bloqueos de direcciones IP, detección de procesos automatizados o límites en la venta del número de entradas para que la acción de estos sistemas no resulte sencilla. Estas medidas, no obstante, estas estrategias ya se aplican y no parece que surtan demasiado efecto. Aunque hay otras opciones.
Una de las medidas alternativas más conocidas, aunque no siempre ha funcionado como sería deseable, es la de las entradas nominativas. U2 impuso este tipo de entrada para su concierto de Barcelona de hace un año empleando un sistema gestionado por Ticketmaster.
"Es una de las soluciones más eficaces para luchar contra la reventa y la compra especulativa. Tienen un efecto disuasorio en los posibles especuladores, lo que repercute directamente en que la reventa de los conciertos con entradas nominales sea mínima", aseguran.
Esta misma compañía ha empleado para la gira de otras artistas el sistema Verified Fan, un mecanismo que da prioridad a los más fans por delante del resto de compradores. Se exige a los seguidores que desean adquirir entradas que se registren en línea con antelación y señales el concierto al que desean asistir, una primera barrera frente a bots.
Después, mediante inteligencia artificial según la empresa, se determina qué fans tienen más probabilidades de asistir, por su predisposición a la compra de música de la artista o la suscripción a boletines informativos.
Otras soluciones pueden pasar por la utilización de tecnologías como el llamado paperless ticketing. Este método obligaría a los asistentes a llevar consigo la tarjeta con la que pagaron las localidades y verificarla en el momento de entregar las entradas para su chequeo, antes de entrar en el recinto del espectáculo, lo que convertiría a los soportes bancarios en poco menos que la propia entrada. Finalmente, las colas virtuales podrían requerir un registro con ciertos datos clave que, tras ser validados, permitiesen acceder a la compra a usuarios identificables.
El problema es que todas estas posibles soluciones o parches para el problema de la reventa, culpable muchas veces de las malas experiencias a la hora de comprar una entrada, es que solamente se aplican a un pequeño porcentaje de conciertos. ¿Por qué? Por decisión del artista o promotor. En la mayoría de los casos ellos son, en última instancia, los que eligen cómo quieren que se comercialicen las localidades para sus eventos.
En todo caso, tanto si se aplican estas soluciones como otras cualquiera, el objetivo a conseguir debería ser el mismo: eliminar toda o parte de la habitual frustración que genera la compra de entradas por internet. Los fans seguro que lo agradecerán.
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La noticia Por qué tantos años después comprar entradas para un concierto por internet sigue siendo un horror fue publicada originalmente en Xataka por Toni Castillo .
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