No soy yo un fan de Estopa, nunca les he escuchado más allá de que su música sonase de fondo y ni una sola vez he pulsado al play en una canción suya en Spotify. Sin embargo, hace unas semanas me encontré una entrevista que les hizo El Periódico a colación de su último disco y decidí leerla, a ver qué tal. En un momento serendípico me encontré con comentarios sobre Siri en general y la tecnología en particular.
Pregunta: Una de las canciones más sorprendentes del disco es ‘Pobre Siri’, sobre una historia de amor con la voz de los teléfonos móviles.
Respuesta: Empezó como una broma y acabó siendo algo serio. Es irónica, pero no es tan divertida como parece. Encierra un mensaje crítico: que al final nos vamos a enamorar de verdad de Siri, una voz que no tiene sentimientos.
P: Habla de la soledad.
R: Y de que a lo mejor vamos a acabar todos un poco rayados con eso de la tecnología.
Posteriormente volvían a referirse a este tema para ponerlo como ejemplo de canción "con la que se les puede ir la olla". La entrevista tampoco tiene mucha miga más, al menos para los que no somos seguidores del dúo catalán. Sin embargo, ese fragmento me hizo pensar.
No diga neoludismo, diga brecha generacional
La canción de Siri -pura metonimia para referirse al saco que también agrupa a Alexa, al asistente de Google y compañía- es una continuación menos trabajada y profunda de lo que nos han planteado en el cine futuros distópicos como la preciosa y triste 'Her', o en menor medida, el episodio 'Be Right Back' de Black Mirror: llevar la relación con inteligencias artificiales demasiado lejos, hasta cierta enajenación. El problema es que con esa letra y esos comentarios, 'Pobre Siri' mira al dedo, no a la luna.
Hay muchos motivos para cuestionarnos algunas aristas del avance tecnológico, el escepticismo va ganando peso como opción prudente con el paso de los años y todo lo que nos han dejado los años diez es un argumento de peso como para no abrazar cualquier novedad de buenas a primeras. Una consecuencia inesperada de la última década: en una sociedad hiperconectada y sobreestimulada, la capacidad para mantener la concentración es el nuevo coeficiente intelectual.
Sin embargo, Estopa responde en una entrevista que "a lo mejor vamos a acabar todos un poco rayados con eso de la tecnología", y uno se pregunta si no tendrá que ver más con la brecha generacional y con el hecho de que el ser humano tiene tendencia, a medida en que va cumpliendo años, a rechazar lo nuevo, ya que asumirlo llevará implícito un proceso de aprendizaje en el que habrá momentos de frustración. De sentirse tonto ante un mundo que se le empieza a escapar y no comprende. Si los hermanos Muñoz fuesen hoy veinteañeros, y no cuarentañeros, jamás hubiesen escrito esta canción. O quizás sí, pero dentro de veinte años, criticando a la novedad de turno.
El tono altanero hacia el avance tecnológico a menudo esconde el pánico a parecer inoperante con lo desconocido
La resistencia al cambio se recrudece con cada nueva decena en la tarta y todos nos veremos tentados a oponer esta resistencia antes o después. Pero qué menos que asumir que este momento nos acabará llegando y esforzarnos un poco por combatirlo.
Frases como la de la entrevista, mensajes como el de la letra de la canción, son reduccionismos que a menudo ocultan pánico a la novedad o superioridad moral generacional. "Estos jóvenes, todo el día enganchados; en mis tiempos...".
Tampoco pretendo convertir estos párrafos en una defensa del avance tecnológico al precio que sea. En estos años veinte vamos a tener que repensar mucho el uso que hacemos de la tecnología, las tapias que le ponemos para evitar la saturación y la sobreestimulación, y el tratamiento ético de los datos personales que hacen las empresas. Pero de ahí a caer en frases como "a lo mejor vamos a acabar todos un poco rayados con eso de la tecnología" hay un trecho.
Hay un pueblo, un grupo etnorreligioso, que es fascinante en su frugalismo: el de los amish. No se quedaron anclados en el siglo XIX por nada, sino porque adoptan la tecnología de una forma mucho más lenta que los demás, si es que la adoptan. Deciden de forma comunitaria si asumir las novedades únicamente tras comprobar sus efectos en el resto del mundo. Dicho de otra manera, nos usan como experimento.
Trabajo desde casa gracias a Internet, me entretengo con HBO y pronto Disney+, hago polvo la cuenta de Amazon, vivo lejos de mi familia y me comunico con ellos por videollamadas. Estoy en las antípodas de los amish, pero su planteamiento me resulta mucho más honesto y profundo que el de quien rechaza la tecnología o la mira desde una atalaya de superioridad simplemente por temor a parecer vulnerable frente a los jóvenes, que han nacido con ella.
No quiero ser, en cualquier caso, quien va cumpliendo años y va poniendo resistencia al cambio con la excusa de que lo nuevo es peor, que lo válido es lo que "manejábamos en mis tiempos" (esta frase es inalterable por mucho que cambie el año de nacimiento de su emisor). No quiero acabar pronunciando frases vacías como "a lo mejor vamos a acabar todos un poco rayados con eso de la tecnología", con ese tono lejano de quien critica lo que desconoce, por mera comodidad e inmovilismo. O al menos a eso aspiro. Este año me toca renovar las decenas de la tarta, que sea lo que dios quiera.
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La noticia Siri y Estopa, odiar la tecnología por los motivos equivocados fue publicada originalmente en Xataka por Javier Lacort .
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