Cuando en 1858, Karl Marx dio a imprenta sus Formaciones económicas pre-capitalistas y acuñó la idea de "modo asiático de producción", un sistema social que, a diferencia del esclavismo mediterráneo se basaba en el dominio absoluto de los recursos hídricos, Dujiangyan llevaba ya más de 2000 años construido sobre el río Minjiang protegiendo (y alimentando) la llanura de Chengdu.
De hecho, cuando el emperador chino Qin Shihuang ordenó comenzar la construcción de la Gran Muralla en el año 254 antes de Cristo, el descomunal malecón de Dujiangyan y su sistema de riego llevaban años terminados protegiendo el corazón de Sinchuan y convirtiéndolo en uno de los centros económicos más importantes del país. Aún hoy, esa red de barreras y canales excavados a fuego en la montaña siguen regando más de 5.300 kilómetros cuadrados de tierra en la que es por su dimensión y antigüedad una de las obras hidráulicas más impresionantes de la historia de la humanidad.
Imaginar y construir lo imposible
Las crecidas del Min, como ocurría con las del Nilo, marcaron recurrentemente la historia de la provincia de Sichuan desde los primeros asentamientos humanos de los que tenemos constancia en el siglo XV antes de Cristo. Sin embargo, fue en torno al siglo V antes de Cristo, cuando China era aún un amasijo de Reinos Combatientes, cuando las necesidades de la guerra requerían asegurar la producción de la llanura de Chengdu.
El Gobernador Qin ordenó a Li Bing, un ingeniero hidráulico, descubrir el origen del problema y llegó a la conclusión de que era el rápido deshielo de las nieves lo que aumentaba el caudal del río de tal manera que el agua aprovechaba la primera llanura para expandirse con libertad. La solución era sencilla: hacer una presa.
Pero no podía ser. Los Qin necesitaban asegurar que el curso del Min seguía siendo navegable para poder mover tropas no solo por la provincia sino por el Yantze, el verdadero eje demográfico y productivo de la China continental. Así que Li Bing tuvo que ponerse imaginativo y planificó el alzamiento de un dique artificial, un malecón, que dividiera el río en dos y protegiera la llanura junto con un enorme canal excavado en el monte Yulei y que permitiera redirigir parte del agua antes de llegar a la llanura volcándola en las partes más áridas de región.
Con 100.000 taeles de plata, Li Bing y su equipo empezó la construcción del dique trenzando largas canastas de bambú con forma de salchicha y llenándolas de piedra. Pero esa fue la parte sencilla: el verdadero problema fue el canal excavado en la montaña. Como os podéis imaginar, en torno al 200 antes de Cristo las herramientas con las que contaba el hidráulico chino eran muy limitadas.
Sin pólvora, los obreros tenían que prender grandes hogueras junto a la roca y calentarla todo lo posible para luego verter agua fría y aprovechar el shock térmico para crear grietas con las que trabajar. Tardaron ocho años en tallar el canal de 20 metros de ancho a través de la montaña. Desde entonces, Sinchuan se convirtió en el gran centro productivo del país y, gracias a ello, los Qin ganaron la guerra marcando el origen de la China Imperial; es decir, de lo que hoy conocemos como China.
En el año 2000, la UNESCO declaró al sistema de irrigación de Li Bing Patrimonio de la Humanidad. No es para menos, como señalaba más arriba, aún hoy sigue operativo. Sin embargo, más allá de su espectacularidad y de la proeza técnica que conllevó su construcción, es una muestra clave de cómo la ingeniería puede tener un papel esencial en el curso de la historia humana. Mucho más de lo que jamás podíamos imaginar.
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La noticia Dujiangyan: los ingenieros que, hace más de 2000 años, decidieron domar el río Min y, sin pretenderlo, acabaron por forjar China fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .
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