miércoles, 23 de agosto de 2023

Lo más probable es que ahora mismo tengas una canción en la cabeza que no te puedes sacar. La ciencia ya sabe por qué

Lo más probable es que ahora mismo tengas una canción en la cabeza que no te puedes sacar. La ciencia ya sabe por qué

La historia es divertida. Durante siglos, médicos, barberos y curanderos usaban los gusanos del orden de los dermápteros (secos y molidos) para tratar las enfermedades auditivas. Los llamaban, por ello, "gusanos del oído"; pero el nombre era equívoco.

Tan equívoco que, con el paso del tiempo, la gente empezó a pensar que los insectos se llamaban así porque, en realidad, se 'infiltraban' en el oído. Hay tardes en las que imagino a decenas de oscuros agricultores del Rin preocupados por si unas tijeretas decidían colárseles en las orejas y me doy cuenta de que es inevitable que, teniendo ese término, empezara a usarse para hablar de canciones que se pegan.

¿Canciones que se pegan? Sí, esos trozos de canción que se nos meten en la cabeza y no podemos dejar de tararear. Al menos en inglés y en alemán, se usa ese término ('gusano en el oído' o 'gusanos) para referirse a las más conocidas como 'involuntary musical imagery'; es decir, 'imágenes musicales involuntarias'. Pero, en realidad, es lo de menos. Lo demás es que ese fenómeno existe, está estudiado y (siempre según esos expertos) hay maneras de pararles los pies.

Aterricemos los datos. Claire Arthur, profesora asistente en la Escuela de Música del Instituto de Tecnología de Georgia en Atlanta, decía en Wired que las INMI "son un fenómeno universal en muchas épocas y culturas diferentes". Y los estudios que tenemos parecen darle la razón: a todos se nos pegan las canciones.

En 2020, un pequeño estudio sobre el tema concluía que el 97 por ciento de los sujetos estudiados había experimentado esto. En el último mes. Es cierto que eran estudiantes universitarios estadounidenses (y eso, muy probablemente, hacía que estuvieran más expuestos a la música de lo normal), pero los datos son demoledores.

La ciencia de las INMI. Arthur también decía que "lo que distingue a un 'gusano del oído' de cualquier otro recuerdo que surge espontáneamente en tu cabeza es que se repite y se repite, a menudo en un bucle directo". Son, en esencia, una forma muy particular de rumiación y, por lo que sabemos, parte de su fuerza está en su forma.

Es lo que explica que Kelly Jakubowski y su equipo fueran capaces de identificar algunas de las canciones más propensas a generar INMI. Canciones como “Bad Romance” de Lady Gaga, “Can’t Get You Out Of My Head” de Kylie Minogue o “Don’t Stop Believin’” de Journey están en la lista. Me entero gracias a César Muela, de hecho, que “Wannabe” de las Spice Girls tarda apenas 2,29 segundos en conseguirlo.

Vale, pero ¿qué lo provoca? Aunque puedan parecer incongruente, hay tres desencadenantes básicos: "novedad, familiaridad y aburrimiento". Es decir, cuando nuestra cabeza está muy aburrida o muy estresada (además de cuando estamos nostálgicos) es más probable que este tipo de INMIs aparezcan.

"Nuestro cerebro está formado por una red masiva y compleja de neuronas que almacenan información, y cuando la mente es libre de vagar, puede aterrizar sin saberlo en una canción que ha sido codificada a través de frescura y repetición", explicaba Emery Schubert, investigador y profesor de la Universidad de Nueva Gales del Sur en Wired.

Hay quién sostiene que una INMI es, básicamente, un bucle de retroalimentación entre dos partes del cerebro: la que escucha y la que canta. Y, en realidad, parece una definición muy aséptica, pero el 'intríngulis' evolutivo y sus consecuentes beneficios cognitivos y emocionales siguen siendo un misterio.

Porque lo que nos interesa es pararlos, claro. A menudo, estas INMIs pueden sacar de quicio a cualquiera. Pero la verdad es que son 'tardígrados': el tipo de bichos que con las circunstancias a favor parecen indestructibles, pero que hasta hace pocos años éramos incapaces de criar exitosamente en un laboratorio.

La clave está en distraernos a nosotros mismos y romper el bucle de retroalimentación: mascar chicle, escuchar otras canciones pegadizas o, sencillamente, escuchar la canción que nos atormenta de principio a fin. Cosas como entretenernos si estamos aburridos o relajarnos si estamos si estamos estresados también funcionarían, pero ya sabemos que esto es mucho más complicado. 

En Xataka | La música de fondo no te ayuda a ser más productivo: así funciona la ciencia de la concentración

Imagen | Eric Nopamen

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