A estas alturas, todos sabemos que este año se ha hecho historia. El descubrimiento de las ondas gravitacionales, que pudimos ver en directo, ha sido un hito sin precedentes en nuestra capacidad para entender y pensar el universo. Y así lo hemos contado. Pero esto no se queda así. En realidad, el descubrimiento de las ondas es solo el primer paso para entender los distintos idiomas con los que nos habla el espacio-tiempo.
Por eso, el 2 de diciembre de 2015, la Agencia Espacial Europea (ESA) lanzó el Pathfinder desde el puerto espacial de Kourou, en la Guayana Francesa. El Pathfinder es la primera pieza de LISA, la apuesta europea para entender la forma del universo.
¿Qué es LISA?
Con una inversión de más de 400 millones de euros, LISA consta de tres satélites de casi dos metros de diámetro por medio metro de largo que formarán un triángulo equilátero. Lo alucinante es que estando a cinco millones de kilómetros entre sí, captarán conjuntamente variaciones de longitud de onda de apenas unas décimas del tamaño de un átomo.
Lisa Pathfinder, como el resto de la expedición, se situará en el primer punto de Lagrange a un millón y medio de kilómetros de nosotros. Los puntos de Langrange son puntos donde las fuerzas gravitatorias de dos objetos se neutralizan (en este caso, la tierra y el sol) y, por lo tanto, un satélite puede quedar estacionario respecto a los dos objetos.
Pero, si ya hemos encontrado las ondas, ¿sigue siendo necesario?
Puede parecer que tras el descubrimiento de las ondas gravitacionales por LIGO (el proyecto americano), poner LISA en órbita carece de sentido. Hemos preguntado al equipo para saber si esto es así y nos explican que, en realidad, es casi al contrario. Ahora sabemos que las ondas existen y que, en ese sentido, el proyecto tiene sentido. "Estaríamos lanzando una misión al espacio sin saber siquiera si el fenómeno físico existe o es detectable", comentaba hace unas semanas César García Marirrodriga.
En realidad, LIGO y LISA nunca se pensaron como competidores. Escuchar desde el espacio (y desde tan lejos como lo hace LISA) hace que tengamos mucho menos ruido. En cambio, los instrumentos del proyecto LIGO son tan sensibles que son capaces de detectar cualquier movimiento "desde el tránsito de la Tierra alrededor del Sol a los coches que pasan cerca de las instalaciones".
Los distintos proyectos de exploración espacial nos dan piezas del mismo puzzle
Por eso, para conseguir separar la paja del trigo, desde la Tierra solo se puedan oír ondas de alta frecuencia (como los dos agujeros negros devorándose de los que hablamos). Para que nos hagamos una idea las ondas gravitacionales que detectamos duraron 0'2 segundos. En cambio, perdida en el espacio, LISA podrá escuchar fenómenos más sutiles que duren semanas.
Aunque no todo son ventajas: la falta de suministro energético impide que se puedan crear instrumento muy grandes y potentes. Además, LISA está a un millón y medio de kilómetros de nosotros. No puede decirse que podamos mandar a un técnico en cualquier momento. Eso incrementa la complejidad técnica del proyecto y nuestra capacidad para resolver cualquier incidencia.
Por eso, LIGO y LISA son, en realidad, complementarios. Dos formas de oír y mirar al espacio que juntas nos dan una imagen mucho más completa de ese puzzle que es la estructura del Universo. El gran reto es aprender a detectar y entender mejor las ondas gravitacionales. "Ese salto nos permitirá observar el universo de una manera radicalmente diferente a como se ha hecho hasta ahora", nos dice Marirrodriga.
Imagenes | ESA y Wikimedia
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La noticia Así es LISA, el proyecto europeo para entender el Universo fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .
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