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Quién se lo diría a Miguel de Cervantes, tan amigo de nuevas formas narrativas: el emoji, esa suerte de jeroglífico egipcio revisado 6.000 años después por el japonés Shigetaka Kurita, trasciende países y banderas —257, según esta emojipedia—, convirtiéndose en un lenguaje fértil y mutante. El emoji es un paquete de contenido completo.
Porque las palabras son inamovibles una vez se pronuncian en papel, pero el emoji es tanto mensaje breve como un puente a distintas formas de interpretación, dando pie a nuevos diálogos. Imagínate: estás en un aeropuerto frente unos baños; puedes no entender el texto de Hombre o Mujer y comprender las señales a la primera. Los iconos se hacen nuestros. Una forma de comunicación intuitiva, tan íntima como universal.
¿Dónde se inventó el emoji?
En Japón; dónde si no. Según su propio creador, el germen del emoji nació en las Olimpiadas de Tokyo de 1964. Estos a su vez readaptaban los iconos de los Juegos de Londres de 1948. Se usaron pictogramas tal y como se usa el sistema internacional de señales de tráfico: iconos infográficos para poner en contexto a miles de visitantes venidos de países que no entendían ni papa de japonés. Y llevamos usándolos desde las Cuevas de Altamira: eficacia demostrada. No olvidemos aquella frase de Confucio: «oigo y olvido; veo y recuerdo; hago y entiendo».
El emoji que conocemos actualmente es cosa de de la operadora japonesa DoCoMo
Shigetaka Kurita ni siquiera era diseñador. Por aquel entonces trabajaba en i-mode, proyecto para una plataforma de Internet móvil, presentando ideas a los grandes fabricantes. Su sistema de caritas sonrientes gustó de manera unánime y no tardó en popularizarse. El resto es historia.
El emoji, por tanto, ahorra tiempo de escritura y espacio visual, propone asociaciones rápidas entre contexto y contenido. Estamos rodeados diariamente de iconos: ver las dos corcheas en azul es entender que estamos ante iTunes; tres ondas sobre fondo verde son Spotify. Y no cualquier verde. Nuestra comodidad y seguridad está asociada a esos pequeños cambios. Porque una ruptura con el contenido comprende una incertidumbre, una incomunicación simbólica y, por tanto, un miedo a la desconexión social.
De ahí que los utilicemos principalmente entre amigos, familiares, grupos de Whatsapp, Slack o Facebook: las zonas de confianza. Un emoji contiene tanto poder informativo que, malinterpretado, puede romper un posible lazo con alguien con quien no tenemos ese confort —este magnífico artículo profundiza acerca de la frecuencia sentimental de los emojis—. Fíjense en los cinco más utilizados: mandar beso, risa con lágrimas, corazón, ojos enamorados y risa ruborizada. Cinco sentimientos positivos, cinco acciones de celebración. A nadie le gusta fotografiar los malos recuerdos. Menos aún hacerlos públicos.
¿Llevamos dos décadas de emojis y no me he enterado?
La pregunta es: ¿por qué en Japón se usaron profusamente durante los 2000-2005 y en occidente explotan una década después? No es porque Japón conviva diariamente con tres formas distintas de escritura: la culpa es nuestra. De hecho, no por señalar a nadie, parte de la culpa la tuvo indirectamente Apple. Entiéndase culpa como daño colateral. El estallido del iPhone en 2007 en la telefonía, con la aceptación del resto de fabricantes como nuevo estándar, provocó cierto aislamiento. En Japón, de hecho, iPhone siempre mantuvo un éxito tibio.
Mientras ellos andaban con su fiebre emoji, nosotros paseábamos nuestros smartphones. No en vano esta palabrita, smartphone, fue popularizada por DoCoMo, la misma firma que en 1999 ya permitía navegaba por Internet con una transferencia de datos de 9.6 kbit/s.
Buscando penetrar en el mercado nipón, Apple y Google trabajaron entonces por traducir y adaptar los emojis a sus sistemas, en conflicto por las telecomunicaciones japonesas en Unicode, estándar oficial para la codificación de texto en todos los ordenadores del mundo. Fue precisamente a través del ordenador donde el emoji caló primero: chats, foros y generadores de memes llevaban años utilizando el emoticono como herramienta lingüística desde que el científico Scott Fahlman propusiera el uso de :-) [carita alegre] y :-( [carita triste] en 1982.
Y el emoji, una vez emancipado de su tierra natal, se ha vuelto completamente loco. Jamás hubiesen considerado los organismos oficiales japoneses introducirlos en un diccionario —la web Oxford Dictionaries galardonó “palabra del año” en 2014 la cara-con-lágrima-de-alegría, algo que, bueno, no es una palabra. La idea de una película sobre los emoji tuvo a Warner, Paramount y Sony pujando encarnizadas por hacerse con el derechos, llevándoselos ésta última por varios millones de dólares. «El emoji ha ganado la batalla de las palabras», según New York Times, quienes previamente lo introdujeron en una de las cabeceras de sus artículos o incluso crearon una tarjeta de felicitación interactiva para las pasadas navidades. Ya Barry Blitt, ilustrador del New Yorker, le dedicó la portada de marzo de 2015.
Condenado por un emoji
Aunque de menor rango a las grabaciones de voz, los emojis son incluso medios probatorios en juicios. ‘Cabeza de policía’, ‘pistola’, ‘pistola’ fueron los emojis usados por Osiris Aristy, joven neoyorquino de 17 años. Tres días después era detenido por la Policía de Nueva York, acusado de amenaza terrorista. Pedían siete años de cárcel por lo que, simplemente, podría estimarse como mera expresión de odio o rechazo al cuerpo policial —indistintamente de sus cargos anteriores por robo, asalto, posesión de marihuana y armas y desorden de conducta. Sí, vale.
¿Se hubiese librado el chaval si al final de su mensaje incluyera el atenuante equisdé o la carita sonriente? Algo similar pasó con el caso Silk Road: Ross W. Ulbricht creó un eBay de la droga y, tras ser descubierto y condenado a cinco sentencias, se utilizaron los emojis de carita-feliz como agravante, haciendo notar que, como elemento de comunicación que son, también deben ser juzgados.
Rechazo. Fascinación. Normalización
Todo cambio implica un duelo de fuerzas viejas y nuevas. Es un ciclo natural en la evolución de los nuevos medios de comunicación. En cada disciplina artística, en cada incursión política, en cada movimiento social. Si bien nuestros padres pasaron del «yo no entiendo de esos cacharros» a enviarnos loterías de emojis que no terminábamos de entender muy bien, el siguiente paso en esta transición llega con la normalización. ¿Alguien echa de menos los emoticonos del Messenger o los chats de Terra?
El significado final se traduce cuando se asume el mensaje, cuando trasciende su primera etapa de moda y descubrimiento y permea en las distintas capas de la sociedad y pasa a ser, como aquellas expresiones aceptadas por fuerza en el DRAE, fruto natural de la comunicación. Un modismo no pretende sustituir algo antiguo, sino complementarlo: según la civilización evoluciona en sus formas de comunicación, los lenguajes se adaptan en consecuencia.
Las dinámicas del éxito no se condicionan únicamente con la utilidad/necesidad de una tecnología. Como señalan Sam Lehman-Wilzig y Nava Cohen-Avigdor, profesores en la Universidad Bar-Ilan de Israel, la supervivencia de una nueva forma de comunicación depende de un constante equilibrio entre identidad, resistencia defensiva, y permeabilidad constante a los devenires del mercado —más información a su tesis aquí—. Dicho de otro modo: el emoji ha sobrevivido a su primera etapa de bullicio, ha encontrado su lugar en el mercado y en la interacción social, y va a quedarse con nosotros.
Establecía Carlos A. Scolari en su ensayo Hipermediaciones un paralelismo bastante acertado con el punk y el rock frente a otras formas de música tradicional. No eran sino una forma de cubrir un hueco en las formas expresivas de unas nuevas generaciones. Fíjense en la campaña promocional de Deadpool. Apareció un cartel con tres emojis: calavera [dead], caquita [poo] y una gran letra L. No recurría al uso como jeroglífico de los emojis, sino para componer un acertijo lógico clásico.
Es interesante que sea Deadpool quien use el emoji como fuerza motriz. Y no por una cuestión de actualización y modernidad. Los superhéroes, con sus trajes y máscaras, a su vez son una enfatización de expresiones faciales y una mímesis de elementos, reduciendo la información hacia lo icónico. Tal y como un emoticono. En The Private Eye, el tebeo de Brian K. Vaughan, todos los personajes resguardan su rostro real con caretas exclusivas, una norma impuesta por su propio gobierno. El fándom de la ciencia ficción siempre ha hecho uso de este argot por una simple razón: era uno de esos lenguajes del futuro.
Paella para todos
Icono de la gastronomía española y pilar fundamental de la cultura valenciana, incluir la paella entre los emojis no fue tarea fácil. La estricta comisión técnica de Unicode Consortium lo tiene claro: «sólo aprueba unos 50 emojis al año» y la paella «compite contra miles de propuestas».
El humorista Eugeni Alemany junto a la empresa Arroz La Fallera comenzaron una campaña, usando el hashtag #PaellaEmoji, que congregó más de 25.000 tuits, 45 millones de audiencia y casi 120 millones de impresiones en Twitter. La serie, documentada en Youtube, sumó caras conocidas y hasta recibió un acto de apoyo en el Congreso de los Diputados.
«Muchas culturas sirven platos presentados en recipientes circulares o planos […] y este carácter tiene un uso lo suficientemente amplio como para cubrir a muchos de estos platos. Se sugiere que este carácter sea codificado». Y a Shigetaka Kurita debió gustarle el punto del arroz. De esas cientos de propuestas se seleccionaron quince. El propio Mark Davis, Presidente y Cofundador de Unicode, confirmó la validación. Una travesía de cinco meses que logró su objetivo final.
La paella es un ejemplo de lo que podría derivar el mundo emoji en un futuro. ¿Surgirá un lobby especializado en emojis? ¿Qué aportarán los emojis a la cultura del país tanto dentro como fuera de sus fronteras? Shigetaka Kurita cree que "es fundamental añadir los emojis locales, ya sean comidas o costumbres. Es lógico que los españoles queráis el emoji de la paella al ser una comida típica vuestra".
Quién controla los emojis. Qué vale y qué no
El emoji, como el glifo o la runa, no tiene de hecho nada de novedoso. Es más bien una transcripción de rutinas cotidianas. Todos reímos y lloramos y nos comemos de vez en cuando una buena paella. Como señala este artículo, Unicode Consortium actúa como consejo rector aprueba y suspende nuevos emojis. ¿Uno de paella o arroz con cosas? Marchando.
Porque alzar el puño nos representa mejor si ese puño se parece al nuestro
Igual que entraron a formar parte de la gran familia de emojis el burrito, el taco, el perrito caliente o la hamburguesa, incluir de manera selectiva nuevos elementos regionales es un magnífico recurso inclusivo. Mientras el Gobierno ruso pretende censurar —alegando "propaganda"— los emojis de parejas del mismo sexo, Unicode pone orden añadiendo una amplia gama cromática de colores de piel.
Pero no todo vale. El grupo británico de control de armas Infer Trust se manifestó en contra de una propuesta para crear el emoji de un rifle. No pocas religiones exigen su hueco mientras esperan entrar en la lista de candidatos. Y a las religiones también les ha llevado lo suyo.
El emoji tiene un respaldo económico detrás que invita a un futuro optimista
Contrariamente a la capacidad censora de Unicode Consortium, los usuarios son más agradecidos cuantas más opciones tienen. Desde que Apple introdujera la App Store en 2008 el uso de aplicaciones creció y con ello su base de clientes —según Flurry Analytics, hasta un 103% en 2013.
Las aplicaciones de personalizaciones, tales como teclados emoji —Emoji Keyboard by LINE presume de 3000 imágenes entre emojis y stickers— o los fondos de escritorio personalizados de Telegram, fueron la categoría de crecimiento más rápido en 2015. Hasta un 332% aumentó el número de veces que un usuario abre una app de esta característica. La base de clientes en LINE ha ido en aumento con cada característica añadida y ésta destaca precisamente donde hay una tradición regional de caracterización mayor. El consumidor, sin duda, quiere cuantas más opciones mejor y el emoji tiene un respaldo económico detrás de estas cifras que invita a un futuro optimista.
Si Kim Kardashian tiene su emoji, hay futuro
Que Kimoji, la aplicación de pago de Kim Kardashian, esté arriba del todo en la lista de apps para iPhone, dice mucho del poder del emoji. El propio Kanye West celebró el número uno conseguido:
THANK YOU GUYS KIMOJI IS NUMBER 1 ON THE APP STORE https://t.co/qjmsUYOzAp http://pic.twitter.com/L0FBBgk9Gs
— KANYE WEST (@kanyewest) February 5, 2016
Con apenas dos estrellas de cinco en la valoración general, Kimoji rompió todos los pronósticos: 9.000 solicitudes de descarga por milisegundo para conseguir un pequeño juguete de dos euros donde repetir algunas de las frases más célebres de la modelo. Esto pone de manifiesto una nueva forma de comunicarse con los fans, de alimentar a los seguidores ofreciéndoles contenido atractivo y, a su vez, nuevas formas de rentabilizar la imagen. Una millonaria carrera por la popularidad.
¿El éxito se mide en emojis? Tal y como se hiceran hace una década con The Simpsons, cada día nuevas firmas y celebrities quieren ver sus caras impresas en un emoji, ser parte de este nuevo lenguaje. Hay quien hasta logra crear sus propios emojis para el Moji Keyboard, obra que nos permite enviar animaciones y rostros de algunas estrellas del rap entre nuestros contactos, mientras músicos como Justin Bieber o los chicos de One Direction conminan a sus fans para lograr lo mismo que nuestra emojipaella. ¿Rapear en emoji? ¿Bailar en emoji? Desde luego, es una simple cuestión de creatividad.
El futuro es ahora
¿Y qué piensa Shigetaka Kurita de todo esto? Pues no está del todo de acuerdo. Su visión siempre fue más afín a la iconografía de las señales de tráfico, a la simplificación: menos es más. Menos E [del carácter japonés 絵, imagen o foto] y más moji [文字, significado de letra, carácter]. Su idea siempre fue evitar florituras estilísticas —y gastronómicas— de manera que el emoji sea lo más universal posible. No en vano Facebook mantuvo únicamente su Me gusta durante tantos años. Un emoji es un pictograma, una porción de información como un bit; sin mentalidad decorativa sino comunicativa.
Cómo apliquemos los emojis en el futuro será sin duda fruto de la experiencia y la usabilidad. Observemos a Japón: su uso se ha regularizado. Se adaptará a folklore local, se abandonarán unos ejemplos en favor de otros y, como en cualquier idioma, podremos decir algún día que hubo una lengua emoji clásica y una moderna. Seremos nosotros, el usuario, quienes digamos a Unicode qué necesitamos y qué no nos sirve. ¿Es el emoji una versión depurada o la versión final de esta forma de comunicación ideogramática? Tampoco importa. Una cosa está clara: lo que no se comunica, no existe.
¿Estamos ante un nuevo lenguaje?
El emoji no es un simple juguete para chatear
Como se viene demostrando, el emoji también ofrece posibilidades educativas. Un proyecto desarrollado por General Electrics en colaboración con la National Science Foundation y NBC Learn propone que el aprendizaje científico sea más divertido e intuitivo. A través de sus tablets, profesores de Primaria pueden hacer más atractivos principios básicos de Física o matemáticas a pequeños que demuestran más interés en la parte visual de la enseñanza. El emoji no es un simple juguete para chatear. Su uso crece, frecuenta caminos inusuales, se actualiza y, como señala convenientemente Shigetaka Kurita «como no se pronuncia, cada uno lee como quiere desde su idioma».
El 2015 fue un año de transición cultural. El emoji se manifiesta como una evolución de la forma en que nos comunicamos con los demás. Y, como se ha demostrado, facilita esa comunicación. El emoji da personalidad, concreta, erradica las dudas.
Según un conjunto de estudios a negociadores tailandeses, holandeses y estadounidenses: «utilizar el mimetismo conductual en las primeras etapas de las negociaciones a través del chat aumentó los resultados individuales en un 30%. Este proceso aumenta la confianza porque la gente tiende a sentir una afinidad hacia los que actúan de manera similar a ellos». Un e-mail con carita sonriente es un e-mail más eficaz.
Todas esas series de dibujos animados donde los personajes principales son sordos o mudos pueden contarnos secretos sobre el éxito del emoji. Un emoji es una semilla plantada, una cápsula que describe gráfica y brevemente una acción. En este sentido puede emparentarse con las onomatopeyas de un cómic, con el lenguaje cartoon y visual de los tebeos. Porque hace referencia a nuestro vocabulario mental y no gramatical. Como la teoría mimética del teórico checo Dolezel, donde nuestro bagaje conforma el sentido final de un mensaje no explicitado, el emoji funde secuencias gramaticales en apenas unos píxels de tamaño.
La manera en la que disponemos esos elementos puede alterar el mensaje final de la oración
En la reciente película El Viaje de Arlo se pone de manifiesto esta tesis: en comunicación emocional, el lenguaje es muchas veces una traba, una antigualla. Todo lenguaje posee un sistema gramatical que gobierna el orden interno de las oraciones, dándoles coherencia. Alterar el orden es alterar el significado. Un emoji aislado carece de mensaje, es el contexto el que conforma su significado final. Cuando enumeramos una lista de objetos de cumpleaños, tal como los globos de colores o el confeti, no estamos solicitando a nuestro contacto que nos compre globos; estamos invitando a una fiesta.
¿Estamos entonces ante el nacimiento de un nuevo lenguaje en el sentido estricto del término? Puede que los límites comentados anteriormente, especialmente la imposibilidad de crear nuevos emojis por los usuarios para comunicar sus ideas, eviten esta posibilidad, al menos por el momento.
Tenemos flamenca para rato
Catherine Zeta-Jones en los Globos de Oro, por @Zoeklar.
Aunque fue implementada en la versión 6.0 de Unicode —actualmente vamos por la edición 9.0— la bailarina del vestido rojo hace tanto referencia al baile como a la celebración. Su propia descripción nos recuerda que puede estar bailando un tango o un chachachá. Este detalle arroja perspectiva sobre cómo nos apropiamos de una simple imagen. Lo que para nosotros es una clásica profesional de un tablao flamenco o una bulería, para otros puede ser una llamada al cachondeo de una despedida de soltera o incluso inspira todo un diario secreto en el New Yorker.
Dicha bailarina triunfa en España como emoji, aunque no es el país que más lo usa, sino el segundo, por detrás de los países árabes y seguido de cerca de Estados Unidos. El icono se transforma, como decíamos, bajo la observación del receptor. Por eso es un lenguaje tan fuerte y con futuro.
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