«Jamás he estudiado Ajedrez. Sólo estudio Ajedrez cuando juego una partida», dijo en una ocasión el ajedrecista cubano José Raúl Capablanca y Graupera, campeón mundial de 1921 a 1927, dando a entender que práctica y más práctica es la mejor receta para aprender a jugar al ajedrez.
Actualmente, algunos datos indican que las personas son más competentes jugando al ajedrez que nunca antes. ¿Hemos de entender entonces que actualmente practicamos más ajedrez que en cualquier momento anterior de la historia? ¿O quizá somos más inteligentes y, por ello, aprendemos más rápidamente en cuanto practicamos un poco?
Practicar y practicar
Justo después de que los dos jugadores de ajedrez ejecuten su primer movimiento, se abre un amplísimo abanico de posibilidades de juego. En concreto, existen 400 posiciones posibles en el tablero. Después del segundo turno, hay 197.742 partidas posibles. Y después de tres movimientos, hay 121 millones.
El número de posiciones diferentes posibles después de sólo 10 movimientos tras haber empezado es de 165 cuatrillones y medio. Es decir: 165.518.829.100.544.000.000.000.000. En consecuencia, el número de partidas diferentes que pueden desarrollarse en un juego tan aparentemente simple como el ajedrez supera de largo un 1 seguido de 100.000 ceros, es decir, una cifra superior a todos los átomos del universo, tal y como explica Leontxo García en su libro Ajedrez y ciencia.
El cálculo bruto, en tamaña cantidad de posibilidades, solo es apto para los ordenadores: la mente humana debe conducirse más por la intuición y el pálpito. Y para que te iluminen esos atajos cognitivos, la práctica resulta fundamental. Por ejemplo, porcentualmente las mujeres son peores jugadoras de ajedrez que los hombres. ¿Son menos inteligentes? No, probablemente practican menos. Cuenta esta anécdota particularmente esclarecedora sobre este hecho Leontxo García, conferenciante, presentador, comentarista y periodista español especializado en ajedrez:
Particularmente interesante, y muy sorprendente, es el hallazgo de Fryer y Levitt en 2010: en Bahréin, un país muy machista, las niñas obtienen mejores resultado que los niños en matemáticas. Y ello tiene una explicación muy convincente: en muchos países musulmanes, la formación religiosa ocupa más horas en los niños que en las niñas, lo que reduce o aumenta el tiempo dedicado.
La práctica, pues, resulta fundamental. Y, de hecho, para muchos investigadores bastan 30.000 horas de práctica para convertirse en un usuario competente de muchos juegos y habilidades, como tocar la guitarra. El neurólogo Daniel Levitin lo expresa así en su libro El cerebro y la música:
La imagen que surge de tales estudios es que se requieren diez mil horas de práctica para alcanzar el nivel de dominio propio de un experto de categoría mundial, en el campo que fuere. Estudio tras estudio, trátese de compositores, jugadores de baloncesto, escritores de ficción, patinadores sobre hielo, concertistas de piano, jugadores de ajedrez, delincuentes de altos vuelos o de lo que sea, este número se repite una y otra vez.
Con todo, hemos de coger con pinzas estas aseveraciones, porque también cuentan con sus propias inconsistencias.
Pero también cuenta la inteligencia
No todo es práctica en el ajedrez. Se necesita de algún módulo de inteligencia específico que en unas personas será superior a otras. En las mujeres, en tal caso, no se trata necesariamente de que ese módulo sea menos eficiente, sino que, tal vez, existe un sesgo sexual que favorece el autoboicot de las mujeres, tal y como sucede en las pruebas de matemáticas.
Entre 1900 y 1990, muy pocas mujeres están consideradas entre los 500 mejores ajedrecistas del mundo. De hecho, solo tres se consideran como tal.
Entre 1900 y 1990, muy pocas mujeres están consideradas entre los 500 mejores ajedrecistas del mundo. De hecho, solo tres se consideran como tal: Vera Menchik, Nona Gaprindashvili y Maia Chiburdanidze. Probablemente el factor de que el ajedrez sea una actividad considerada como propiamente masculina haya influido positivamente en la baja representación femenina. En las matemáticas ocurre tanto de lo mismo, y las mujeres se muestran más competentes cuando la prueba matemática no parece una prueba matemática estrictamente hablando y sí una prueba que puede realizarse a una mujer (estereotípicamente hablando), como cuadrar las cuentas de la compra en el mercado. Habla de ello en profundidad Cordelia Fine en su libro Cuestión de sexos.
También el número de hombres en una actividad influye en el rendimiento de una mujer. En un estudio publicado por Psychological Science bajo el título A Threatening Intellectual Environment: Why Females Are Susceptible to Experiencing Problem-Solving Deficits in the Presence of Males (“Un medio intelectual amenazante: por qué las mujeres son susceptibles de experimentar déficit de resolución de problemas en presencia de hombres)”, se llegó a observar que, cuanto mayor sea la diferencia en el número de hombres y mujeres, peor es el rendimiento de las mismas.
En resumen, el ajedrez también es cuestión de inteligencia, no solo práctica, y que las mujeres sean peores jugadoras no significa necesariamente que sean menos inteligentes.
¿Somos cada vez más inteligentes?
Según algunos estudios, la cantidad de práctica deliberada representa sólo alrededor de un tercio de la variación en la experiencia en la música y en el ajedrez. No obstante, según otro estudio, realizado por Kenneth W. Regan, profesor de informática de la Universidad de Buffalo, y Guy Haworth, profesor de ingeniería en la Universidad de Reading, cada vez hay más jugadores extraordinarios que nunca antes en la historia.
La cantidad de práctica deliberada representa sólo alrededor de un tercio de la variación en la experiencia en la música y en el ajedrez.
Un ejemplo espectacular de cómo la inteligencia con la que partimos influye en nuestro dominio del ajedrez es el del noruego Magnus Carlsen, que se convirtió en campeón del mundo en ajedrez clásico en noviembre de 2013, superando a Viswanathan Anand (India) y que también se convirtió en campeón del mundo en ajedrez rápido (15 minutos + 10 s de tiempo adicional por jugada) y ajedrez rápido (3 min + 2 s tiempo adicional por jugada) en junio de 2014. Se convirtió así en un gran maestro después de tan sólo cinco años de comenzar a jugar al ajedrez en serio, a la edad de 13 años y 148 dias, lo que nos hace suponer que no tuvo demasiado tiempo para practicar concienzudamente el juego.
Para medir el grado de brillantez de un jugador se pueden medir varios parámetros. El que se usa generalmente en los estudios que sugieren un incremento de las habilidades en el juego del ajedrez son los puntos Elo, que debe su nombre al físico estadounidense de origen húngaro Árpád Élő. La puntuación Elo de un jugador se determina a partir de sus resultados contra otros jugadores. Tiene un límite mínimo en 0, y sitúa el corte para los candidatos a maestros (también conocidos como expertos) en 2000. El hombre con mayor Coeficiente ELO histórico con 2861 unidades al pasarle en 10 unidades a Gary Kasparov, el cual era el anterior recordista mundial desde julio de 1999, fue para Carlsen.
Si cada vez somos mejores jugadores, pues, podemos deducir que se debe al hecho de que cada vez practicamos más el ajedrez. De hecho, en este artículo de Forbes firmado por Alex Knapp, se sugiere que una posible causa sea la mayor proliferación de programas de ordenador para jugar al ajedrez y las opciones de jugar al ajedrez online, que permiten que practiquemos más y mejor. Además, estos programas permiten grabar las partidas, analizarlas, descubrir en qué puntos hemos fallado, etc.
Pero también podría ser que, finalmente, todos somos cada vez más inteligentes, tal y como reza el efecto de Flynn. El efecto de Flynn describe la forma en la que las puntuaciones de CI han aumentado en todo el mundo con el tiempo. No se conoce la razón de este continuo incremento, aunque podría deberse a la cada vez más rica dieta mediática y de información a la que estamos siendo sometidos, entre otros factores, como la mejora de la nutrición y la medicina. Fue llamado así por Richard Herrnstein y Charles Murray en su libro The Bell Curve para hacer referencia al investigador político neozelandés James R. Flynn, quien dedicó el mayor interés al fenómeno.
Robert W. Howard, de la Universidad de South Wales, en Sydney, sugiere en un estudio que el hecho de que cada vez haya más campeones de ajedrez jóvenes refuerza la idea del efecto Flynn. Otros estudios, sin embargo, replican que puede haber otros motivos de mayor peso a ese cambio de paradigma, como el aumento de la práctica o el uso de software.
Sea como fuere, parece bastante incuestionable que somos cada vez más competentes al ajedrez. Probablemente por una mezcla de capacidades innatas y adquiridas, por inteligencia y práctica.
Imágenes | Pixabay
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La noticia ¿Somos cada vez mejores jugando al ajedrez? fue publicada originalmente en Xataka por Sergio Parra .
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